Los bares y restaurantes habitan las ciudades como faros de inspiración y placer y, a la luz de la cantidad de aperturas que colman el callejero en Sevilla, comer bien es algo que empezamos a tomarnos muy en serio. Chiquilla es uno de esos templos en los que repetirás.
Tiene apenas 2 años pero ya se ha convertido en la niña bonita del barrio del Arenal. Una alacena de tapas, pescados y mariscos, buenas piezas de carne y, ojo, también un sucinto menú degustación entre el manojo de restaurantes de moda. Este nos pirra y lo lidera el hostelero Urbano González.
Un espacio recogido constituido por una barra, cinco mesas bajas y una compendiosa terraza para los amantes de las comidas al aire libre.
¿De qué va Chiquilla?
La importancia del producto es un sintagma que se oye hasta la saciedad y que pocos saben abanderar. En Chiquilla demuestran la cohesión y el compromiso de su proyecto primando varias cuestiones. Productores de calidad (primera baza a su favor), un servicio cercano y elaboraciones que consiguen equilibrar las bondades de la materia prima con ejecuciones que son un acierto.
Algunas de las grandes apuestas de su carta (un capítulo dedicado al atún rojo o su gallineta en tempura) conviven con un puñado de opciones fuera de carta que concede al comensal la promesa de un pronto regreso. A este respecto la experiencia podrá completarse, por ejemplo, con un cordero wellington o pescado y marisco por piezas (gamba blanca, robaballo o borriquete…), entre otras sugerencias.
Hinchándole el diente a la carta propiamente dicha ofrecen una selección de entrantes que pivotan entre los clásicos y divertidas licencias. Bravas hojaldradas (posiblemente las más divertidas que pruebes últimamente), anchoas 00 sobre tosta de brioche y mantequilla de chalotas asadas, croquetas, ensaladilla de gambas o su pepito de solomillo de vaca trufado y comte.
Reseñamos con especial ahínco su papada baja temperatura, melosa, con personalidad y bien de sabor.
Completan su propuesta con una sección en torno al atún rojo de almadraba de Petaca Chico y un capítulo dedicado a las carnes. A saber: chuletón de vaca frisona madurada o solomillo de vaca a la Rossini, entre otras piezas. Por lo demás, el cliente podrá deleitarse con un ambiente distendido y será testigo del juego de las brasas mientras explora su selección de platillos.
La guinda del pastel llega de la mano de sus postres: flan de huevo, tarta de queso y compota de fresas, lemon pie y donut casero con manza y toffee.
Platos sencillos que no dejan nada al azar, una abundante bodega cargada de referencias y la incontestable proximidad con los clientes. En suma, todo lo que rodea a Chiquilla le augura un futuro prometedor. De esos descubrimientos a los que no te queda otro remedio que acudir de forma recurrente.