La Expo del 92, hogar de proyectos urbanísticos en el olvido, otrora fue todo un acontecimiento para la ciudad hispalense. 215 hectáreas de modernidad y vanguardia que acogieron a 15,5 millones de visitantes. En concreto, contó con un presupuesto de 1104 millones de euros para sacarle brillo a la ciudad en un evento cuya imagen fue Curro y que cambiaría para siempre la imagen que desde fuera se tenía de Sevilla. Y de Andalucía.
31 años después, quedan reductos de esta efeméride que alojó la Isla de la Cartuja, hoy con una apariencia bien distinta.
Los pabellones quedaron demolidos o abandonados a su suerte (como el sahuaro monumental que todavía resiste en la ciudad) y se desmantelaron muchas de las infraestructuras que se crearon para dicho propósito. Poco se ha conservado del crisol artístico y el intercambio cultural que tuvo lugar cruzando el Guadalquivir.
Salvo, en todo caso (y alejado de la capital), el cementerio de los Curros.
¿Dónde está el cementerio de los Curros?
El protagonista e imagen de la cita devino en todo un icono que todavía forma parte de nuestro imaginario colectivo. Curro, la mascota de la Expo del 92 podía verse en cada rincón de la ciudad y no son pocos los productos de merchandising que siguen abanderando este personaje.
De un modo todavía más peculiar sobreviven algunos resquicios que conformación la Exposición Universal, incluidos un buen puñado de Curros. Se trata de Romano Antigüedades, en Alcalá de Guadaíra, que salvaguarda diversos elementos que conformaron la Expo.
En esta suerte de desguace nostálgico puede verse al Curro más primitivo. Cientos de ellos hacinados en el popular «Cementerio de los Curros», todavía sonriendo y saludando a quienes se pasan a recordar a esta carismática figura.
En concreto, son parte de los balancines para niños instalados a lo largo de la Cartuja y que, por entonces, tuvieron bastante éxito. Funcionaban insertando una moneda de cien pesetas y tanto el asiento donde iba subido el niño como el propio Curro se mecían a la par.
De hecho, algunas máquinas todavía funcionan y están a la venta. Y es que si queda algún superviviente a este evento de enorme calado en la ciudad, ese es Curro.