No hay sevillano que desconozca el árbol de las lianas, las jacarandas o las buganvillas. Tal vez no relacione estas especies botánicas tan propias de la ciudad con sus nombres pero definitivamente las habrá visto cientos de veces. Y a nadie escapa que la Cartuja esconde un buen puñado de tesoros de la Expo 92, a menudo regalados a las inclemencias y al paso del tiempo. Ambas cuestiones (la botánica y la relativa a las joyas ocultas en la Isla de la Cartuja) confluyen en este cactus gigante. 14 metros de altura, 13 brazos y 18 toneladas de peso componen el sahuaro o cardón milenario que vive todavía en la capital hispalense.
¿Qué hace un cactus gigante en Sevilla?
Con motivo de la Expo 92 el gobierno de México obsequió a España con este ejemplar, un cactus monumental, que se instaló en la Cartuja, junto al jardín del pabellón mexicano, diseñado por Juan Siles Aguilera. En concreto, se seleccionó de entre los más esbeltos del Valle de los Gigantes de Mexicali, en Baja California.
De hecho, el cactus en cuestión casi se traslada en 1975 al Ayuntamiento de Mexicali, precisamente por su belleza. Una idea que jamás llegó a tomar forma por las evidentes complicaciones y costos que requería. En su lugar se erigió una réplica en hormigón.
El traslado, una odisea
Los trabajos referentes al traslado del cactus se pusieron en marcha el 14 de diciembre de 1991. La noticia suscitó polémica y hubo quienes no comulgaron con la decisión de extraer el sahuaro. El asunto llegó incluso a tratarse en el Congreso del Estado, suspendiendo los trabajos el 23 de enero. Fue necesario que los técnicos aseguraran que el cactus no sufriría ningún daño a lo largo de la extracción de sus 10 metros de raíces para que se reanudaran los trabajos un mes después.
Para ello, se ideó una jaula metálica de enormes dimensiones en una tarea que atrajo a la prensa y a cientos de curiosos. Se requirieron tres grúas para la extracción, que se prolongó durante días, hasta el 17 de marzo. Un tráiler de 30 ruedas trasladaría el cardón, no sin problemas en su ejecución, del Valle de los Gigantes y San Felipe al aeropuerto de Hermosillo (Sonora), desde donde partiría hacia Miami (Florida) y de ahí a España. En la jaula del cactus se leía la inscripción: «Sahuaro, San Felipe, B. C. pueblo natal, te desea feliz viaje a España».
El traslado a España tampoco fue peccata minuta, dado el estado de las carreteras de la zona así como las desventajas del tipo de transporte. Pese a todas las pesquisas que hubo que solventar para que no peligrase su llegada a tiempo, la noche del 22 de marzo el cactus ya volaba camino a Sevilla.
Sahuaro procedente del Valle de los Gigantes en Baja California (México), regalado a Sevilla con motivo de la @expo92 , 14 metros de altura y una antigüedad estimada de 1500 años, ¡sí, lo tenemos en la ciudad! pic.twitter.com/FXwoAYseeo
— Jєѕύѕ Ɗίαz (@jdmsvq) October 24, 2020
Un técnico se cuela
Alfredo Silvestre, uno de los técnicos del traslado, andaba terminando de ajustar la jaula en el interior del avión cuando la aeronave despegó. Se vio obligado a viajar a España sin equipaje, pasaporte ni dinero. El 23 de marzo de 1992 el sahuaro gigante (y también Alfredo) arribaron a Sevilla. La policía se hizo cargo de la situación de indocumentación del técnico concediéndole un permiso especial.
Una vez en Sevilla, la falta de una grúa apropiada para descargar el cactus obligó a utilizar las propias del Aeropuerto y hubo que desviarse para acceder a la Cartuja, pues resultaba imposible acceder por el Alamillo. Finalmente, el ejemplar se instaló en el lugar que habían reservado en la tarde del 23 de marzo.
Esplendor y decadencia del sahuaro
El sahuaro gigante lució junto al pabellón de México como una de las joyas de la Exposición Universal y los visitantes se agolpaban para admirar el monumento natural. El ejemplar sigue presidiendo la zona contigua al pabellón aunque su aspecto y el entorno quedan lejos de los meses de gloria que alumbró la Expo 92. No se atisba proyecto alguno que plantee mejorar las condiciones y ponga el valor el cactus gigante, otra de las huellas borradas del evento.