Una suerte de condicionantes no escritos hacen que un espacio se convierta en punto de encuentro irrefutable de sevillanos y sevillanas. Exitosos proyectos que, bien sea por sus bondades visuales, por un ambiente distendido que permite conectar comidas con tardeo o porque, en efecto, su cocina funciona, no requieren difusión. Malandro aterrizó en Sevilla abanderando estos conceptos infalibles.
Al abrigo de la plaza de toros de la Maestranza, en el corazón del Arenal, Malandro aglutina una experiencia de 760 metros cuadrados. Tres plantas, dos cocinas y tres formas distintas de entender el ocio gastronómico. A saber: un bar de tapas con precios razonables, un asador y una azotea para disfrutar de copas y cócteles con vistas excelentes.
El interiorismo es uno de los atractivos de Malandro. Un trabajo a cargo del madrileño Pablo Roig que sacó partido a la estructura del inmueble.
El resultado se resuelve en techos elevadísimos, vigas de madera y una decoración que combina la artesanía propia de Sevilla, patente en los búcaros y botijos, tonos neutros, vergel y una cuidada iluminación. Otros elementos sofisticados ultiman la decoración de este restaurante que invita a quedarse.
El artista Jaime Abaurre enriquece las paredes del local con un trabajo que remite al espíritu de Malandro. Y es esa picaresca indisociable al tránsito de barcos hacia y desde las Indias en las inmediaciones de las Atarazanas y la Torre del Oro.
Los 3 espacios que integra Malandro
El bar de tapas, al más puro estilo de una abacería pero con un entorno de lo más refinado, anima la planta baja. Chacinas, gildas, salazones, molletes, brioches y tapas clásicas se dan cita en la barra, las mesas bajas o los íntimos reservados que configuran esta primera propuesta.
No faltan la ensaladilla de gambas, las carrilleras o unas croquetas melosas de jamón ibérico de bellota. Para celebración de quienes se dan de bruces con el «última hora», esta zona no requiere reserva y su cocina abre de forma ininterrumpida. El ultramarinos chic por el que no tienes por qué pagar más de 15 €.
En la primera planta se adivina una cocina prominente, centrada en las brasas y en carnes de gran calidad. En este caso, la carta se divide en distintos capítulos alrededor del fuego: desde verduras a la parrilla a carnes, cortes argentinos, aves y algunas piezas de pescado seleccionadas.
Por ejemplo, el comensal podrá tomar un T-bone de vaca vieja 30 días de maduración en dos experiencias: lomo a la brasa & solomillo en steak tartar.
Este entorno invita a deleitarse con un diáfano salón interior y una seductora terraza con vistas a la plaza de toros.
La azotea corona Malandro como el ambiente consagrado a compartir tardes y noches de copas o coctelería. En horario de invierno estará disponible desde las 17:00 horas hasta cierre y permite celebrar eventos de hasta 70 personas.
¿Cuánto cuesta comer en Malandro?
Si bien con la idiosincrasia de cada una de sus áreas, el hilo conductor que atraviesa a todas ellas es el buen gusto estético y un ejercicio por preservar la tradición. No existe un perfil específico al que apelen sus estancias. Malandro comprende las necesidades del usuario y brinda la oportunidad de disfrutar de un local disponible para cada ocasión.
Así, es posible comer en el bar por 15, 20 o 25 € por persona; agenciarse un opíparo festín de brasas con varias entradas para compartir puede salir a partir de 50 € por persona.
En todo caso, cabe mencionar la nutrida bodega con más de 200 referencias que dispensa Malandro. Y en lo que respecta a la oferta en azotea, las copas parten de los 8 € y los cócteles oscilan los 10 €.