Toda gran ciudad conlleva un gran arquitecto: Barcelona es el resultado de la fascinante imaginación de Antonio Gaudí; Nueva York no sería lo que es sin la racional aportación de Mies van der Rohe y es ahí, en la estela de los grandes, donde se encuentra el gran arquitecto de Sevilla por excelencia, Aníbal González (Sevilla, 1876 – Sevilla, 1929).
Gran parte del imaginario que tenemos de Sevilla se la debemos a este referente del regionalismo andaluz a principios del siglo XX. Sus obras eclécticas, como la Plaza de España, reflejan la pasión del artista por combinar varios estilos arquitectónicos, aportando su toque personal.
Aníbal González era el mayor de sus tres hermanos. Nació en el seno de una familia con pocos recursos, por lo que tuvieron que hacer un gran sacrificio para que Aníbal pudiera pagarse la carrera de arquitecto en la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Fue el primero de su promoción y llegó a realizar varios viajes por Italia, Francia y Gran Bretaña. Su gran protector y familiar fue Torcuato Luca de Tena, fundador del ABC.
Su estilo: puro regionalismo
Su estilo arquitectónico fusionó materiales sevillanos autóctonos como las yeserías, los azulejos, el ladrillo y el hierro forjado, con la arquitectura renacentista italiana. Fue criticado por diversos arquitectos cuando se adscribió al movimiento modernista, con edificios como la subcentral eléctrica de la calle Feria.
El año 1910 fue clave en su vida, ya que fue en esta cuando se convocó un concurso para seleccionar un arquitecto jefe para las obras de la Exposición Iberoamericana de Sevilla y fue elegido. En 1913 consiguió construir la Plaza de América y alzar los tres edificios que la rodean.
Fue en 1914 cuando presentó su proyecto más ambicioso para la Exposición: la Plaza de España. Esta gran obra se retrasó por problemas económicos derivados de la Primera Guerra Mundial, pero cuando se finalizaron las obras dio como resultado uno de los monumentos más espectaculares de la geografía nacional.
El gran proyecto inacabado
En 1926 Aníbal González dimitió de su cargo sin haber concluido el proyecto. Se desconoce si fue por agotamiento físico y mental o porque el dictador Primo de Rivera lo destituyese. Aunque sea más conocido por la faceta de arquitecto, también fue un urbanista que modificó toda la fisionomía de la ciudad. Fue él quien introdujo la decoración de naranjos por las calles de Sevilla y los jardines en las casas señoriales.
Uno de los proyectos más ambiciosos que no llegó a terminar fue una basílica gótica de 100 metros de altura, que hubiera competido con la misma Giralda. Debido a su fallecimiento la obra se quedó en sus comienzos y a día de hoy se pueden ver los pilares de la obra en los jardines de la Buhaira.
Aunque llegó a gozar de un gran nombre en Sevilla, el arquitecto murió arruinado a los 52 años de edad y se llevó a cabo una recaudación para conseguir una casa para la familia. Si alguien quiere ver su tumba, sólo tiene que acercarse al Cementerio de San Fernando, donde está enterrado en un panteón con una copia del Cachorro.