Madrid y Sevilla, casi como una concomitancia de ubicación estratégica y a un tiempo carente de playa, son capaces de traer lo mejor del mar en su interior. En la hispalense no hay playa —por mucho que nos empeñemos en colonizar el litoral—, pero vaya si se disfruta del producto marino. Ejemplo de todo ello es Baturrones, una cervecería marinera de nueva apertura frente a las Setas.
Cantina marinera, bar de los de siempre, tapas contenidas desde 2,5 € y platillos clásicos donde predominan pescados y mariscos y jaleo local en las postrimerías del mes de mayo.
Volver a los bares históricos
El conjunto rescata el concepto de esta histórica casa en Ronda de Capuchinos que dispensaba cañas bien frías a discreción durante las noches de verano del siglo pasado. El Baturones echó la persiana en plena posguerra, un aciago año 1963 que transformaría por completo el barrio de San Julián.
Persevera producciones, estudio de diseño de interiores cuyo trabajo está patente en proyectos tan ambiciosos como Sr. Cangrejo o Casa Ozama, se entrega a este bisoño espacio.
El resultado es un bar de aspecto aparentemente desvencijado, que luce vigas vistas, las paredes envejecidas, taburetes de acero inoxidable y una imponente barra en U presidiendo el espacio. Una pretendida decadencia que tiene claro su propósito: emular bares de otra época, aquella que parece escapar a las nuevas urbes.
A la convocatoria visual no falta una recogida vitrina de mariscos, que dan buena cuenta de la calidad que se gastan los vecinos de Pescadería La Almadraba, que firman el producto de Baturrones, traído desde lonjas como Barbate, Conil o Sanlúcar.
Cantina marinera en el centro de Sevilla
El jaleo se adivina en el interior de Baturrones, aunque el sol de justicia no evite que su terraza también se colme.
El sonido de los tiradores (aquí la cerveza se toma en tanque, prácticamente congelada), las charlas y el desfile de platos protagonizan la banda sonora del local. Por encima, un hilillo de rumbas para armonizar el ambiente y, por supuesto, la comida.
Se presenta un formato informal, rico y tradicional, para mancharse las manos y arribar a cualquier hora, pues prestan cocina ininterrumpida.
Clientes en potencia se arremolinan frente al mostrador de pescado, en la barra. Parece que ya huele a verano en el centro de la ciudad, que cada vez quiere parecerse más a un barrio.
La carta de Baturrones
Montaditos, chacinas ibéricas, frituras y mariscos establecen las ramas de este Baturrones del siglo XXI. La carta bebe de los clásicos, con ciertas actualizaciones. Ensaladilla de gambas al ajillo (3,80 €), papas aliñás (3,50 €), tortillitas de camarones o pavía de merluza (3,50 y 2,50 € unidad, respectivamente), cartuchos de fritura, gambas blancas de Isla Cristina (6,90 €/100g), los langostinos de Sanlúcar (7,90/100gr),…
Y es que su expositor se renueva diariamente con productos frescos que, si bien puedan llegar de la costa andaluza, también pueden sorprendernos unos percebes gallegos de A Coruña.
Para todo lo demás, misma lógica que apuesta por la calidad del producto, su proximidad y unos precios competitivos. Montaditos con pan de Praxedes (Alcalá de Guadaíra), chacinas en papelones, suculentos panes y fritura que puedes llevarte o comer in situ.
Tres propuestas de toda la vida en lo que respecta a los postres: tarta de queso, de la abuela y tocino de cielo.
A la cerveza en tanque cabe sumar una sucinta selección de vinos de Jerez servidos en catavino, como marca la costumbre.
Un servicio que desprende cortesía, cariño y ese halo de alegría genuina, facultad que poseen solo unos pocos camareros.
Ovejas Negras Company le saca brillo a este local con vistas a las Setas que permite acercarnos al mar desembolsando muy poco y permitiéndonos recuperar la mística de los bares legendarios.