Si hay algo que tenemos que mantener en Sevilla a toda costa es ese vocabulario tan rico en matices que se ha transmitido de generación en generación.
De hecho, recientemente se conoció que el nuevo Atlas Lingüístico Interactivo de los Acentos de Andalucía está en camino a fin de proporcionar un mapa sonoro que integre el habla rica de las distintas regiones andaluzas.
A otro nivel, este recopilatorio de vocablos a menudo vetustos pretende seguir poniendo en valor la herencia del lenguaje.
Chochitos
Cuando hablamos de chochitos designamos de forma cariñosa a los altramuces, aunque en el sur (y también en el resto de la península) también tiene una acepción vulgar. ¿Dónde enlazan ambos significados?
Chocho procede del romance andalusí šóš, que viene del latín salsus (salado). Con el tiempo, la «l» vocalizó en u, creando el diptongo sausu* que, finalmente, monoptongó en 0. En definitiva, el vocablo que nos llega es este. Los chochos, estas peladillas que les daban a los niños, referiría también con el tiempo (posiblemente por la forma del altramuz) a la vulva.
Contrario a lo que cabe esperar, esta forma de nombrar al altramuz es previa al burdo apelativo genital y son los primeros quienes dieron nombre a los segundos.
Barzón
Dar barzones es lo mismo que salir a pasear por gusto, callejear, echar a andar. Por ejemplo: me voy a barzonear un poco por Santa Cruz.
Gandinga
Viene a ser toda la casquería como los riñones, las criadillas, la lengua y demás exquisiteces. Al menos, este es el significado que tiene en Sevilla, Cádiz y Huelva. Los despojos de la matanza reciben el mismo nombre en Cuba, aunque la palabra también deriva en expresiones como echar la gandinga (trabajar tanto que parece que vas a devolver tus propias entrañas) o tener gandinga, en referencia a quienes tienen descaro.
Por su parte, en Extremadura, la gandinga figura en Dichos y modismos del lenguaje extremeño, de Eleuterio Gómez Sánchez, como alguien «sin oficio. Sin nadie que le ordene; no sujeto a normas». La etimología, pues, resulta engañosa.
Según reza etimologías de chile, es posible que se trate de una palabra de ida y vuelta, de las que viajaron a América y regresaron transformadas. Es posible que a Cuba llegase alguna palabra como gandaya cuyo significado, «vida libre y vagabunda» pudiese estar emparentada con gandul, holgazán.
Tal vez estos gandules pululasen por las plazas y mataderos, codeándose con jiferos y matarifes a quienes, por costumbre, se les pagaba con despojos (orejas y rabo, sobre todo).
En definitiva, se trata de una palabra que pertenecería a ese campo semántico que incluye a pobres, esclavos y buscavidas, relacionada con la casquería y con aquellos que buscaban algo que llevarse al gaznate.
Vaina
Todavía se oye en la calle de vez en cuando esta palabra. La usamos para referirnos a alguien que es un soplagaitas. Es un sinónimo de ‘imbécil’, pero más sutil.
Sollo
Hoy en día se utiliza en Sevilla y otras provincias andaluzas para referir despectivamente a alguien gordo. Pero, ¿qué ocurre si chequeamos el significado de la palabra en la RAE? La palabra que encontramos es esturión, un pez que remonta los ríos para desovar y con cuyas huevas se prepara el icónico caviar.
El dato curioso radica, y posiblemente ahí esté el vínculo con el uso que hoy le damos, en que en Sanlúcar y Trebujena se comercializaba con los esturiones del Guadalquivir que, al desovar, estaban más gordos y llenos de huevas.
Búcaro
Es un recipiente de cerámica que contiene agua, básicamente un botijo. Se trata en este caso de una palabra de origen galaicoportugués (púcaro) que, a su vez viene del mozárabe (búcaro) y este del latín poculum: taza. Posiblemente poculum sea resultado de una forma no documentada de potare, beber.
Calentitos
Pocas personas lo dicen ya, pero todavía hay un sector de la población sevillana que cuando va a comprar churros dice «voy a por calentitos».
Amanglado
Dícese de alguien que está esnortado o en la parra.
Balsa
El médico lo llamará mucosidad en la garganta, pero tu madre te dirá que lo que tienes son balsas.
Enguachinar
¿Recordáis a la pobre Cenicienta limpiando el suelo de la mansión? Eso es enguachinar. Limpiar a la vieja usanza sin fregonas, ni otros modernos artilugios.
La Real Academia de la Lengua Española le confiere un significado similar a una palabra parecida, enaguachar: «llenar de agua una cosa en la que no conviene que haya tanta».