Sevilla todavía conserva algunos restos del esplendor de la Expo 92. Entre ellos está el pabellón de Hungría, una joya arquitectónica que se salvó de ser derribada tras ser incluida en 2009 en el Catálogo General de Patrimonio Histórico Andaluz por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. No obstante, el paso del tiempo ha hecho mella en el edificio que, carente de funcionalidad alguna, es parte de las ruinas de uno de los mayores eventos acogidos por la ciudad. Ahora, tras nueve años de abandono, parece que eso está a punto de cambiar.
El edificio, ubicado en la actualidad dentro del Parque Científico y Tecnológico Cartuja, ha sido adquirido por Mario López Magdaleno, presidente de Magtel. El empresario de Posadas (Córdoba) ha comprado el pabellón a título personal con el objetivo de restaurarlo y devolverlo a su estado original, aunque todavía se desconoce cuál será su nueva finalidad.
Dada su condición de Bien de Interés Cultural, su transformación precisa de la supervisión y aprobación de la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico, que también lo previene de ser desmontado o trasladado a otra localización. Según afirmó su nuevo propietario al diario ABC, su uso está restringido, autorizado hasta finales de 2031 como “centro para la innovación y difusión de las nuevas tecnologías”.
La historia del pabellón
Obra del arquitecto húngaro Imre Makoveczh, el pabellón de Hungría es uno de los mayores tesoros que dejó atrás la Muestra Universal de Sevilla. Con 2.041 metros cuadrados, está construido en madera y destaca por su cubierta revestida de pizarra. Inspirado en las iglesias tradicionales húngaras, cuenta con siete campanarios decorados.
El empresario Luis Portillo se convirtió en su propietario en 1996 tras comprárselo a la Empresa Pública del Suelo de Andalucía (Epsa). En aquel momento, el edificio fue restaurado y transformado en el Museo de la Energía Viva, que finalmente cerró en 2007. La quiebra del grupo Zent derivó en su abandono a partir de 2013, año desde el que ha sido víctima de actos vandálicos y del propio paso del tiempo. El elevado coste de mantenimiento, las restricciones para su uso y su deterioro han sido las causas de que hasta ahora no se hubiese producido una nueva compra.