La Navidad es ese rincón del calendario donde acumulamos felicidad en una suerte de engaño momentáneo.
Con la llegada de noviembre (o más bien con la pretensión de zafarse de Halloween, las castañas y un otoño pretendido, porque de frío nada), casi rozamos la temporada de la ilusión: la Navidad.
La Navidad se instala para saborear al menos una pizca de paz, para colocar los problemas en stand by y aprovechar que en las empresas es una festividad tan aceptada que, por qué no, juntemos a toda la familia.
Pero no olvidemos que con la aceleración del cambio climático (eso que está ocurriendo pero que la gente cree que es cosa de los medios, que inventamos para sembrar el caos), cuesta imaginarse una navidad en manga corta. En cualquier caso, y en un afán de adelantarse a los acontecimientos, parece que poner a punto el alumbrado navideño a principios de noviembre es tendencia.
Noviembre es el nuevo diciembre. La prolongación de la natividad es síntoma de otras fiebres recientes como el ‘Black Friday’, así que encender las luces a principios de diciembre aprovechando el puente es historia. Se han adelantado un mes.
La pasada noche, Estepa encendió su alumbrado navideño, convirtiéndose en el primero de Europa. Quizá por no caer en el oprobio y para desviar los problemas a la luz de la Navidad, Sevilla hará lo propio el próximo 27 de noviembre.
Cabe preguntarse si adelantar tanto las navidades no le quitará magia a todo el asunto.
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