A diferencia de otros grandes parques europeos, el de María Luisa tiene una característica muy peculiar: su asimetría.
Nada tiene que ver el trazado de nuestro parque comparado con otros más racionales como el del Retiro.
Por supuesto, esta asimetría no se debe en absoluto al azar o a un error del ingeniero francés Jean-Claude Nicolas Forestier, que se inspiró en el bosque de Boulogne para llevar a cabo su encargo en Sevilla. Este hombre fue el responsable de dos importantes proyectos en España: por una parte, la urbanización de la montaña de Montjuïc para la Exposición Internacional de Barcelona en 1929 y por otra, la proyección del Parque de María Luisa en Sevilla con motivo de la Exposición Iberoamericana del 29.
Forestier quería que el parque fuera algo nuevo, pero a su vez un reflejo de la antigua Sevilla. Su intención no era hacer un parque oscuro y sombrío, todo lo contrario. Quería que el Parque de María Luisa fuera un cuadro impresionista lleno de luz.
Forestier decidió dar un trazado irregular al parque porque se inspiró en la idea clásica del amor romántico, el cual solo puede ser salvaje y desmedido.
Curiosamente, el parque de María Luisa tiene muchos monumentos que rinden tributo a este sentimiento, como es el caso del Monumento a Bécquer.
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