No sorprende a nadie la cantidad de restaurantes que colman Sevilla, junto a otros tantos que se suman a su callejero a un ritmo vertiginoso. Siguiendo las premisas que marcan la modernidad, se espera de los referentes ofrecer toda una experiencia al paladar pero, qué duda cabe, también al resto de sentidos. Pareciera que ornamentar locales y convertir elaboraciones en bodegones instagrameables es casi un dogma por encima del producto o de la idiosincrasia del espacio.
Pero De la O no se engalana para la foto y te contamos por qué. Consagrado hace más cuatro años junto al Guadalquivir, se entrega a la cocina de proximidad, un regreso a la tradición atendiendo a los productos de temporada y apostando por una carta prácticamente gluten free.
El buen gusto culinario y el saber hacer arquitectónico comparten autoría en De la O y aunar ambas cualidades, tan solicitadas en el universo hostelero de nuestros días, es toda una singularidad. En el proyecto los dos conceptos siguen las directrices de Manolo Llerena, chef y arquitecto de este oasis gastronómico. Madera, ladrillo y porcelana conviven con la destreza tras los fogones y el ingenio para crear recetas.
Un jardín gastronómico de temporada
El proyecto no es casual. Manuel Llerena suplió sus necesidades y aprovechó las posibilidades de este espacio que convirtió, literalmente, en su casa. Un túnel de luz donde domina el vergel y un imponente jardín vertical frente a la cocina a vista. El entorno aparenta una naturaleza primitiva pero todo está más que estudiado, desde la combinación de materiales, un homenaje a la tradición alfarera y al barrio de Triana, a la disposición de los mismos. Alardes técnicos que consiguen, entre otras bondades, aislar el ruido al tiempo que logra (gran selección musical mediante) una acústica agradable e impregnarlo todo de verde y luz. Su característico tubo hace las veces de salón pero no es el único que ofrece al comensal. De la O dispone de una entrañable terraza con vistas al río.
Llerena diseña su carta en virtud de la temporada y lo hace siguiendo los sabores de la tierra. Pocas elaboraciones se hacen hueco de manera permanente en su concisa carta, que a lo sumo cuenta con una veintena de platos. Quienes tienen la suerte de quedarse lo hacen por una razón de peso que solo el comensal puede comprobar degustando.
Cocina de origen: Andalucía como argumento
El pase que nos ocupa arranca con la amabilidad del personal, un primer sorbo refrescante antes de proceder con las entradas. A saber: cupcakes de bacalao con arroz (unos conseguidos arancini a la andaluza) y un crujiente de langostinos envuelto en albahaca con pasta filo y salsa chipotle. Le sigue una acertada ensalada de ventresca que termina de preparar el gusto para el gran festín.
Los platos desfilan a ritmo de jazz y blues; Ronnie Earl y Budd Powell ponen la banda sonora a una experiencia que marida con cualquier género. Entretanto, aterriza uno de esos platos estrella que adivinas casi antes de probarlo: su tartar de atún rojo. Excepcional desde la presentación, terminado en mesa y bañado por un manto de ajoblanco. Este brownie del mar está macerado con kimchi y teriyaki, le agregan huevas y algas wakame y lo corona un helado de aceitunas Manzanilla. Una fiesta de sabor equilibrada y que ofrece una perspectiva en absoluto manida de este manjar.
Tampoco faltan propuestas esperables, atendiendo a la temporada, pero con guiños que las distinguen por encima de otros lugares. Ocurre con el lagartito, un corte excepcional que acompañan con patatas gajo y una tríada de mojos infalible.
Tras el periplo le llega el turno a los postres, que dan inicio con un sorbete de poderoso efecto calmante y una pannacota de leche y leche de coco con un glace de cabernet sauvignon. Recomendamos liquidar esta escapada gastronómica con uno de sus creaciones perennes en carta, La o con un canuto: bizcocho con helado de pestiño y crema de amaretto.
Bocados para olvidar el exceso de azúcar, que un amontillado se encarga de armonizar. El Paseo de la O se reserva esta galería de sensaciones al paladar, que conduce del Guadalquivir a las entrañas de la cocina local.
Precio aproximado y más información
Paseo de Nuestra Señora de la O, 29
En torno a 35-40 euros por persona aprox.