Si hablamos de magdalenas, tenemos que hablar de repostería francesa e indudablemente de Proust. Lo contrario sería una desfachatez y quizá es por ello que este local es un estandarte del buen hacer. ¿Por qué? Porque lo regenta una pareja de parisinos asentados en Sevilla y porque el negocio lleva el nombre del escritor francés.
En Por los caminos de Swan, el primer tomo de En busca del tiempo perdido, Proust se presta a hablar de los olores de la infancia y de los sabores que nos hacen viajar a aquellos años. Con sus palabras, esta magdalenería imprime en sus paredes la esencia de su negocio.
Y pronto el recuerdo surge. Ese sabor es el que tenía el pedazo de magdalena que mi tía Leoncia me ofrecía, después de mojado en su infusión de té o de tilo, los domingos por la mañana en Combray (porque los domingos yo no salía hasta la hora de la misa), cuando iba a darle los buenos días a su cuarto.
Las magdalenas, su viaje a la infancia
Te invitamos a que te dejes caer por este paraíso de las magdalenas, un nuevo arte repostero que se ha hecho un hueco entre los locales de Regina, a los pies de las Setas. Anne y Maxime venían de otra vida y otros gremios; también de otra ciudad y otros acentos. Durante el verano de 2020 descubrieron Sevilla y decidieron dejar de hacer maletas y establecerse aquí. De su pasada historia no cuajaron ni el diseño de muebles ni la programación informática, las profesiones que desempeñaban en París. Sí lo hizo la pasión por las magdalenas y el sueño de acercarlas al turista y al sevillano.
Bien visto, lo de las magdalenas es un filón. Están riquísimas, jugosas, su aroma a mantequilla es irresistible y además están rellenas. Sin embargo, a todos sorprende su peculiar forma. Las de Proust son simpáticas conchas que responden a su tradicional apariencia, la que de algún modo emula la concha de la vieira.
Se dice que el rey polaco Stanislas Leszczynski, duque de Lorraine (al parecer, el origen de este dulce se encuentra en Commercy, en la región de Lorena), encargó a su cocinera, Madeleine, la labor de sorprenderle con una elaboración singular. Casi 300 años después, Anne se lleva consigo el recuerdo de las esponjosas magdalenas que su abuela horneaba para ella y acerca sus raíces a la ciudad de Sevilla. Así, recupera su infancia al tiempo que nos regala un gustazo para los sentidos.
Un universo de sabores
En este pequeño universo de la magdalena solo hay sitio para el encanto y el aroma a madeleines. Porque el espacio lo presiden ellas (especialmente el olor que desprenden) pero también su icónico neón rosa con forma de concha. Instagrameable, sí; delicoso, por supuesto.
Tan pronto como probamos las de praliné, es preciso hacer otra hornada. Así de fácil se agotan estos sabrosos bocados. Entre el amplio catálogo de sabores que ofrece Proust, destacan las de crema de limón, chocolate, compota de manzana o pistacho. Estas últimas son una explosión de sabor en perfecta sintonía con la textura de la magdalena.
Resulta difícil no culminar la visita agenciándonos una bandeja hasta los topes de magdalenas. Escogemos aguardar, pues Anne reinventa sus magdalenas cada dos semanas para sorprender a la clientela con nuevos sabores. Puedes acercarte a su tiendecita o pedirlas online a través de su web: ofrecen cajas surtidas de 6 y 12 unidades. Remata la experiencia con las infusiones y tés de Proust o pide un delicioso café de especialidad en Virgen Coffee, el templo cafetero colindante. Un maridaje perfecto, pared con pared.