El Paseo Catalina de Ribera lleva el nombre de una de las sevillanas más ilustres, pero sigue conociéndose popularmente como Jardines de Murillo.
La muralla oculta entre flores y arbustos separa los jardines del Real Alcázar del Paseo de Catalina de Ribera. Lo cierto es que este paseo es erróneamente conocido por muchos sevillanos como los Jardines de Murillo. En realidad, éstos se encuentran al final del Paseo, rodeados de Santa María la Blanca, la Puerta de la Carne y el Barrio de Santa Cruz.
Por el Paseo de Catalina de Ribera se accede en verano a los conciertos que de Noches en los Jardines del Real Alcázar y en él encontramos rincones tan icónicos como el monumento a Cristóbal Colón, ideado por José Laguillo o la fuente dedicada a la ilustre sevillana.
Los Jardines de Murillo se cederían a la ciudad varias décadas después de la concesión del Paseo, en 1911, por parte del rey Alfonso XIII y bajo la insistencia del alcalde Conde de Halcón. Estos se encuentran divididos en dos partes por la calle Nicolás Antonio, que conecta los jardines de Catalina de Ribera con la Plaza de Santa Cruz.
¿Quién era Catalina de Ribera?
Sobre el paño de la muralla se encuentra la fuente dedicada a esta dama. En 1483 adquirió el Palacio de las Dueñas. A finales del siglo XV construyó la Casa de Pilatos, un palacio cuya decoración exquisita culminaría su hijo Fadrique. Finalmente, en el 1500 fundó el Hospital de las Cinco Llagas. Casi nada.
En el año 1505 falleció Catalina de Ribera, se enterró en el Panteón de Sevillanos Ilustres, en la Iglesia de la Anunciación. Sus restos yacen hoy en un sepulcro en el Monasterio de la Cartuja de Santa María de las Cuevas.
En el Paseo de Catalina se encuentra uno de los cuatro monumentos Cristóbal Colón. Dos columnas de 16 metros culminan con el león sosteniendo un globo terráqueo, símbolo del poder del imperio español.
En 1898 el Ayuntamiento de Sevilla cambió el nombre de este espacio para denominarlo Paseo Catalina de Ribera, y honrar a esta ilustre mujer sevillana.