¿Hay algo mejor que una buena tragedia romántica aderazada con leyendas de ultratumba?
Siglo XIII. Alfonso X el Sabio gobernaba sobre Sevilla cuando la hija del Rey Haakon IV y Margarita Skulendatter (bonita estantería de IKEA), Kristina de Noruega, llegó a la ciudad española. Se conocía como la princesa vikinga con «ojos azules como el cielo y cabellos rubios con el sol». Esta se casó en 1234 con el hermano joven de Alfonso, el infante Don Felipe, pero no viajó a España con la intención de casarse con el hermano «low-cost».
Lo típico, haces un viaje durante años para que cuando llegues a tu destino te digan que el rey con el que te ibas a casar no puede y encima te endiñe a su hermano en plena edad del pavo.
La futura casi-reina de Castilla
El viaje de la princesa fue una travesía similar a la que se puede vivir en un tren de Extremadura con destino a Madrid: llegó a Normadía en un gran drakkar vikingo que partió de Tønsberg (Oslo) y fue a pie hasta el Reino de Aragón, atravesando el Condado de Barcelona y pasando por ciudades como Soria y Burgos, cuya temperatura le haría sentirse como en casa.
Tampoco viajaba sola Kristina; la acompañaban caballeros noruegos, el diplomático del Rey, Loðinn leppur, damas de compañía, un arsenal de joyas, reliquias, pieles y por poco le tuvo que pedir a Daenerys un dragón para amedrentar a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Loðinn leppur había concertado un matrimonio entre Kristina y Alfonso con el que la princesa se convertiría en reina de Castilla, él tendría los apoyos necesarios en el norte de Europa y el monarca nórdico podría establecer relaciones comerciales con los reinos del sur de Europa. Era el clásico matrimonio en el que todos ganaban, pero Kristina no contaba con que Alfonso, además de sabio, era un mentiroso nato.
Cuando Kristina se plantó ante el rey en Valladolid, este le comunicó que iba a casarse con la reina Violante de Aragón porque le acababa de dar una hija legítima: Berenguela. Eso sí, Violante ha pasado a la historia como una mujer ambiciosa, intrigante y manipuladora (la Paloma Cuesta de la realeza). Castigo divino para Alfonso.
A falta de reyes, buenos son infantes
Imagínate que Eva Sannum viniera a España para casarse con Felipe de Borbón, pero cuando llega a Madrid le dice que acaba de conocer a una periodista muy maja y que no podrán unirse en sagrado matrimonio, pero a cambio podrá casarse con la infanta Elena o la infanta Cristina. ¡Un chollazo!
Pues algo parecido le sucedió a Kristina.
La decisión del Alfonso X obligó a los nórdicos a cambiar de planes y la casaron con el infante Felipe de Castilla, quien acababa de ser nombrado arzobispo de Sevilla, algo que estaba muy bien visto, como la gente que hoy estudia Derecho o tiene un piso en Chipiona.
La boda se celebró en Valladolid y en esta, Felipe le prometió que alzaría una capilla en honor a San Olav, santo escandinavo del que era muy devota. El problema es que Kristina no vio esta promesa cumplida en vida y mucho tendría que haber vivido para poder contemplarla, ya que esta capilla no se ha levantado hasta el año 2011 gracias a la Fundación Princesa Kristina y la Junta de Castilla y León. Eso es un promesa y lo demás es tontería.
El clásico romance lleno de desastres por amor
España no le hizo ningún bien a la princesa, que fallecería en Sevilla poco después de su llegada, con 28 años, en 1862. Hay varias historias en torno a su muerte. Se dice que pudo ser una infección de oído (la historia más «aburrida»); que Violante la envenenó (Game of Thrones style); que murió de pena al echar de menos su patria, sus fiordos y su salmón (de esto Bécquer te saca una colección de leyendas); y nuestra teoría más sólida: le dio un golpe de calor cuando se dirigía a su querida parroquia de San Lorenzo.
También hay otra leyenda que cuenta que Alfonso y Kristina se enamoraron a primera vista, mantuvieron una relación secreta, pero como el rey no podía dejar a su esposa, Kristina murió de desamor. Siglos más tarde, Camilo Sesto le dedicó Vivir así es morir de amor.
Felipe ordenó que fuese enterrada en Covarrubias (Burgos) y, desde entonces, reposa en la Colegiata de San Cosme y San Damián. Y por si fuera poco legendaria la vida de Kristina, aún resulta más interesante la de ultratumba.
En 1958 se investigó la lápida (como quien hace limpieza en el cajón de calcetines) y allí encontraron una momia de 1,70 metros de altura, ataviada de joyas y ropajes de calidad, con un pergamino en el que se podían leer versos de amor y lo más increíble de todo: una receta para tratar el dolor de oídos que probablemente después se convirtiera en Audispray y Audispray Junior.
Si alguna vez visitas su tumba en Covarrubias, verás una campana, que cuenta la tradición que la soltera que hace sonarla encuentra el amor verdadero gracias a la princesa (algo parecido a la leyenda del Negro de Triana).
Allá tú si decides hacerla sonar, pero viendo la suerte que tuvo la nórdica en vida, yo casi que me apuntaría antes a First Dates o le diría a Juan y Medio que me ayudase a buscar mi media naranja.
Fuente de la información: El Reto Histórico / La mano que mece la cuna
Fuente de la imagen de portada: Fotograma de Vikings