El repertorio de restaurantes sofisticados, con un importante componente estético y especialmente aquellos situados en inmuebles históricos, acostumbramos a pensar, son directamente proporcionales a tickets elevados. No así en Casa Inquieta, que ocupa el que otrora fuese La Taberna del Alabardero en este magnífico palacio del siglo XIX y cuya propuesta dará que hablar.
Lo que sucede entre sus muros es todavía una rara avis en la ciudad. Acaso sevillanía y flamenco, salones esveltos enmarcados en azulejos, una carta con solera y precios contenidos. Un pálpito de que el 20 de Zaragoza es ya otra cosa.
“La Sevilla de siempre, como nunca”, enarbolan desde este nuevo espacio que perpetúa la excelencia de Alabardero aunando a su vez ocio, flamenco y cultura sevillana, también (y por fin) para los sevillanos.
Hogar del poeta J. Antonio Cavestany, la antigua taberna que proyectase Luis de Lezama, cantera a su vez de la Escuela Superior de Hostelería, esta casa pretende ahora homenajear a la hispalense genuina.
Qué se come en Casa Inquieta

Una búsqueda de la pureza desde el paladar hasta el pulso de la soleá, del sentir que los espacios nos pertenecen a los locales. Así parece echar raíces Casa Inquieta.
Sus variados salones permiten saborear sin prisa como su barra se presta a encuentros holgados, entregarse a la conversación y penetrar, paulatinamente, en esta experiencia 360 que continúa en las entrañas de este palacio: en su tablao.
Si bien el proyecto trasciende lo turístico y lo gastronómico, la lógica apremia en lo que concierne a su cocina. Una carta sucinta en torno al recetario tradicional andaluz que contiene abacería, medias, guisos y frituras.
Los precios oscilan entre tapitas de 3, 4 y 5 € y frituras por 13 o 16 €. Al alza los ibéricos, el plato de jamón o el de caña de lomo, 27 y 28 €, respectivamente.
Patrimonio arquitectónico y artístico
Este local de calle Zaragoza siempre ha deslumbrado por su aspecto y esta renovación no ha hecho sino ensalzar sus bondades visuales. Se conservan los elementos originales que dotan de memoria y personalidad al espacio: puertas, zócalos, viguerías, mesas y carpinterías permanecen incólumes.
Los cambios más significativos radican en la barra artesanal, inspirada en la carpintería de época, y el tablao, oculto tras una tupida cortina en el patio Magnolio. El mobiliario de anticuarios, los tejidos tradicionales y los materiales nobles le confieren, todavía más, ese aspecto auténtico.
Una atmósfera más fresca se respira en la planta superior y en el rooftop que corona El Arenal desde la planta alta.

La búsqueda de la pureza: flamenco para los sevillanos
Casa Inquieta aspira a convertirse en ese destino del flamenco al que puedan acudir y referenciar los vecinos de la ciudad. O, dicho de otro modo, en esos reductos de singularidad sevillana donde ocurre la magia. Algo parecido, al menos, se vivió en su inauguración el pasado 31 de octubre.
Carteles con artistas de primer orden para dar vida a esta casa que, de algún modo, pretende evocar los antiguos cafés cantante, la espontaneidad de las peñas flamencas que ya escasean en el centro de la ciudad.
El proyecto tiene como socios principales a Rafael Cebolla, Ángela Barón, Raimundo Anido y Juan Manuel García – Genoveva Torres (Ovejas Negras Company), y Grupo Lezama. Además ha contado con el apoyo de la familia Barbadillo.