¿Sabías que en la Catedral de Sevilla se encuentran cuatro objetos de lo más peculiares?
Particularmente en el Patio de los Naranjos podemos observar cuatro objetos bastante anómalos. Se trata de un cocodrilo de madera, un colmillo de elefante, un bocado o freno (Aparentemente de caballo) y un bastón de mando.
¿Cómo llegaron hasta allí y por qué?
Aunque existen varias leyendas que intentan arrojar luz sobre el enigma, ninguna de ellas tiene una base cien por cien sólida. Vamos a narrar la más extendida, la que ofrece una explicación más razonable.
En el año 1260 el sultán de Egipto quiso casar a su hijo primogénito con la hija del rey Alfonso X El Sabio, Berenguela. Para lograr su objetivo envió una delegación con regalos. Entre ellos se encontraba un colmillo de elefante, un cocodrilo vivo del Nilo y una jirafa domesticada.
A pesar de los esfuerzos del sultán, el monarca rechazó la unión y devolvió a los emisarios del sultán. Sin embargo, Alfonso X el Sabio se quedó con el cocodrilo y la jirafa. El reptil fue disecado una vez muerto, y el freno de la jirafa fue colgado con la piel del reptil.
Con el tiempo, la vara del embajador castellano que viajó a Egipto para declinar la oferta se añadió a esta curiosa colección.
¿Son estos los mismos objetos que vemos hoy en la Catedral?
En efecto, no exactamente. «El largarto», nombre con el que se conoce al cocodrilo actual, está tallado en madera y data del siglo XVI. Quizá su estructura se correspondiera con el original. Aunque todo lo que se diga es pura especulación.
Aun así, su presencia llama poderosamente la atención y es uno de los mayores atractivos para los niños que visitan la catedral.
Otra teoría más racional afirma que el animal fue colocado de esa manera para asustar a las aves, y que no se colaran en el templo.
¿Con qué historia te quedas?
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