El mollete se podría definir como una pieza de pan de miga blanda de origen hebreo que se empleaba en los panes de misa. Sin embargo, nos parece una definición muy simple y pobre para un alimento que se merece una escultura en Plaza Nueva. El mollete no es algo que comes en el desayuno, es una filosofía, una forma de afrontar la vida y uno de los mayores placeres que ha creado el ser humano.
Nosotros queremos reivindicar el lugar en la historia que se merece el mollete y lo hacemos a través de estas 10 razones:
1. Es el pilar del desayuno andaluz y la mejor forma de empezar bien el día.
2. Si lo acompañas con un café y zumo de naranja, y te lo comes en una terraza, su buen sabor se multiplica por dos.
3. Cuando estás fuera de Andalucía, te recuerda de dónde vienes. Basta un bocado para que en tu cabeza resuene «¡Andaluces, levantaos!, ¡Pedid tierra y libertad!».
4. Aunque el clásico es con tomate, aceite y jamón, da igual si lo disfrutas con manteca colorá o zurrapa, pues sabe a gloria en todas sus variedades.
5. Tiene un gran componente social. A través del mollete se han forjado grandes amistades que han durado eternamente.
6. Su composición es una maravilla: exterior crujiente e interior blando y caliente.
7. No es casualidad que el mollete de Antequera sea Patrimonio Inmaterial de Andalucía. Los molletes de Écija y los marcheneros no son nada desdeñables.
8. A todo el mundo le gusta y encandila. No hay nade que se resista a este pequeño pan de intenso sabor. De hecho, aunque sea algo muy nuestro se disfruta en toda España.
9. Al contrario de lo que se pueda pensar, elaborar en casa un buen mollete en casa es prácticamente imposible. Tienen mucha mano de obra y conseguir el grosor adecuado es una tarea en la que solo pueden triunfar grandes artesanos.
10. Es un generador de debate: los hay que defienden a capa y espada que se debe cortar por mitades y tostar cada una de ellas y por otra parte, hay quien prefiere tostarlo entero para que guarde todo el calor dentro.