Hay determinados restaurantes que consiguen de forma natural un aura de tranquilidad y una vez que cruzas el umbral de su puerta te preparas para una sesión de gastro-relajación. Uno de estos ejemplos en Sevilla lo tenemos en Zarabanda (Calle Padre Tarín, 6) un restaurante que está a caballo entre la gastronomía tradicional y la moderna.
Cuando entras en Zarabanda y ves esa discreta a la par que encantadora decoración azul y blanca, lo primero que piensas es que estás dentro de un anuncio de yogures griegos, pero basta con abrir la carta para comprobar que hay comida mediterránea para todos los gustos. Es curioso porque el espacio es un reflejo de lo que se prepara en los fogones: una cocina sin grandes alardes, con platos bien presentados y unas materias primas cuya calidad se aprecia al primer mordisco.
Otro punto a favor del local es su reducido tamaño. Es una desventaja a la hora de ir un día cualquiera, pero el hecho de que solo tengan ocho mesas hace que recibas una atención más cercana y puedas tener una conservación más tranquila con la persona que vas, algo que se agradece cuando el 90% de los locales tiene un nivel de decibelios que te obliga a comunicarte a voces con la gente.
En cuanto a la carta, digamos que es como esos libros cortos que te cuentan una gran historia en pocas páginas. No hay una gran lista de platos, pero todos los que hay son caseros y están bien elegidos, así que si eres una persona de naturaleza dubitativa lo vas a agradecer, al igual que los celíacos agradecerán que el 90% de la carta (incluyendo pan y cerveza) sea sin gluten.
Pidas lo que te pidas no vas a errar, aunque nuestra recomendación es que empieces con una ensalada de paté y aguacate para ir abriendo el apetito. También puedes hacer una breve visita a Portugal y probar el bacalao confitado con eneldo y jengibre sobre lecho de puerros y zanahorias.
El steak tartar de solomillo de buey es otro imprescindible de la carta, al igual que la caballa al horno con crudité de verduras y ajoblanco de pistachos, que tiene un sabor bastante peculiar.
Si de por sí Zarabanda ya es una buena elección, es mejor todavía cuando ves la carta de postres y te encuentras con delicias como la tarta de queso viejo, el tiramisú, que es uno de los mejores que hemos probado en Sevilla y la tarta de naranja. Te recomendamos que pidas un surtido con los que más te llamen la atención y por supuesto no hagas el clásico de «pedimos un postre para cuatro».
El precio medio es de unos 20€ por persona y te aseguramos que lo pagarás gustosamente por la calidad de la velada. Eso sí, procura reservar para no quedarte sin mesa.
Claramente Zarabanda es la mejor prueba para demostrar que lo bueno si breve (y sencillo) dos veces bueno.