Si por algo se caracterizaba el artista Miguel Ángel Buonarroti, —además de por ser un gran arquitecto, escultor y pintor italiano renacentista— era porque su físico no era agraciado precisamente. Sin embargo, hubo muchos factores que contribuyen en su fealdad y uno de ellos es un escultor florentino que incluso tiene una calle en Sevilla: Pietro Torrigiano.
Torrigiano fue un escultor muy conocido por su temperamento y su fogosidad. Este artista tuvo una vida muy azarosa y viajó por todo el mundo, desarrollando así su labor artística en Roma, Siena, Amberes, Sevilla o Granada. Trabajó para grandes personalidades de la época, desde el rey Enrique VII hasta el papa Nicolás V.
Sin embargo, este personaje ha pasado a la historia por tener una disputa con el creador de la Capilla Sixtina. Torrigiano trabajaba en la Corte de Lorenzo de Médici y sus esculturas eran admiradas hasta por el mismísimo Papa. Sin embargo, su fuerte temperamento no toleraba que a su amigo Lorenzo le apasionara Miguel Ángel, así que en un ataque de ira le rompió la nariz.
Tras esta pelea, Torrigiano fue condenado al exilio. ¿Y dónde fue? ¡A la mejor ciudad del mundo! Este exilio fue muy positivo para Sevilla en la medida que el escultor trajo las ideas del Renacimiento y desarrolló gran parte de su trabajo en la capital hispalense. De hecho, en el Museo de Bellas Artes podemos ver algunas de sus esculturas como el San Jerónimo penitente.
A partir de ahora, cada vez que veáis un retrato de Miguel Ángel fijaos muy atentamente en su nariz y recordad quién hay detrás de esta fractura.