Ortega y Gasset es conocido por ser un gran filósofo y ensayista español, pero no lo es tanto por su obra Teoría de Andalucía, en la que no le tembló el puso al escribir lo siguiente:
“En vez de esforzarse para vivir, vive para no esforzarse, hace de la evitación del esfuerzo principio de su existencia […] El andaluz lleva unos cuatro mil años de holgazán y no le va mal. La paradoja que necesita meditar el que pretende comprender a Andalucía es la pereza como ideal y como estilo de cultura. ”.
Bonitas palabras, ¿verdad? Probablemente, ya te hayas hecho una promesa de no volver a leer nada de este señor hasta el día del Juicio Final, pero lamentamos decirte que el legado de Ortega y Gasset pervive en las series de televisión.
Un andaluz con estudios que no constituya un recurso cómico en la televisión es como el cometa Halley: pasa una vez cada 76 años.
Tenemos cientos de ejemplos que lo confirman:
Si hay algo que ha unido más a España que la aversión a Pablo Motos, eso es Médico de familia. Todos hemos estado enganchados a la vida del doctor Nacho Martín, sus hijos, su cuñada, su padre y su asistenta, uno de los personajes más queridos y a la vez una fuente inagotable de estereotipos andaluces. De acuerdo, era un personaje más adorable que un vídeo de gatos, pero, ¿es casualidad que el personaje de la chacha sea andaluz? Obviamente no, estamos ante una muestra de que si hay un personaje gracioso, gritón y muy inculto es andaluz.
Y dirás, «menos mal que la televisión ha cambiado y estas cosas ya no se ven». Craso error. Como bien dice Rafiki en El rey león, «el pasado puede doler» y a nosotros todavía nos duele ver el legado de la Juani en personajes como Emilio de Aquí no hay quien viva. ¡Y ojo! No decimos que sea un mal personaje, es más, todavía nos duele la caja torácica en escenas como la cena romántica con Belén en un restaurante de lujo, pero claro, volvemos a lo mismo: es un portero inculto, dicharachero y… ¡andaluz! Sí, Emilio es la Juani del siglo XXI.
Menos mal que hay otras series que apuestan por huir de los tópicos y el andaluz no es una chacha o un portero, como el caso de Ana y los 7, una ficción adelantada a su tiempo que apostó por reflejar un período de cambio, una sociedad multicultural, un andaluz con estudios… No, en serio, lo de Ana Obregón es de traca. No dudamos de su faceta como bióloga, ni de su remake con reminiscencias a Sonrisas y lágrimas y Pretty woman, pero, ¿Ana, por qué? ¿Era necesario que la cocinera fuera inculta, cotilla y tuviera un acento andaluz más forzado que un posado de estrella hollywoodiense? Obviamente, no, pero está demostrado que a nadie le hace gracia una cocinera de Soria que sepa hablar de la teoría de la relatividad.
Pensarás que seguro que hay alguna comedia que obvie estos tópicos, pero no es el caso de Los Serrano, cuyo personaje andaluz era un camarero que tenía un claro rol: ser el graciosillo. Por supuesto, no era propietario el bar. ¡Valgaría más!
Lo «mejor» es que si el rol televisivo del andaluz graciosete y de escaso nivel cultural de las series anteriores te parece ofensivo, el de la Chusa (Paz Padilla) en La que se avecina es para echarle de comer aparte: una yonqui violenta con tendencias homicidas. Una joyita. Aunque si somos benévolos con el remix de Aquí no hay quien viva, técnicamente la Chusa es de Pinto, un pueblo madrileño y además, estamos en una serie en la que se ríe de todos los estereotipos de la sociedad.
Nada que ver, por ejemplo, con Sin Identidad, una de las mejores ficciones nacionales de la década en la que se presentaba una imagen de Andalucía, concretamente Jaén, más asoladora que cualquier escenario de film apocalíptico. En resumidas cuentas, los tres personajes andaluces importantes de la serie eran una prostituta yonqui, su conflictiva hija —también prostituta—, y un traficante de drogas maltratador. A esto le sumamos que Andalucía se mostraba como una tierra en la que hasta las cabras consumían droga. Obviamente, la intención de los guionistas no era ofender, pero volvemos a lo mismo: no se llevan la trama a Castilla y León, Extremadura o Aragón, sino a Andalucía.
Nos sirve de consuelo que la animación no perpetúa estos estereotipos… Espera un momento. ¿Qué pasa con Tico de La vuelta al mundo en 80 días? Este hámster glotón y graciosete tiene un sospechoso acento… ¡andaluz! Elemental, querido Fog.
Por no hablar de Gazpacho de Los Fruitis, un personaje guasón que baila flamenco y solucionaba muchos diálogos con la frase «Olé la grasia». Olé también por esos originales creadores.
Si algo hemos aprendido con todos estos ejemplos, es que tenemos un San Benito a cuestas muy difícil de superar, pero tiempo al tiempo. Seguro que en un futuro no muy lejano los andaluces televisivos conseguiremos ser algo más que grasiosos y oye, puede que hasta tengamos estudios.
Chúpate esa, Ortega y Gasset.