
Nombres como Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda o Gustavo Adolfo Bécquer, hacen que Sevilla esté vinculada eternamente a la poesía. No nos extraña que palabras como «Sevilla para nacer» hayan salido de la boca de un granadino como Lorca y que la capital hispalense haya enamorado tanto a Isabel la Católica como a la Faraona. Pero, ¿te imaginas algunos de los poemas más leídos de la historia ambientados en Sevilla? No te preocupes, nosotros ya lo hemos pensado por ti:
¿Qué es pringá? (Gustavo Adolfo Bécquer)
¿Qué es pringá? Dices mientras clavas
en mi montadito tu pupila azul;
¿Qué es pringá? ¿Y tú me lo preguntas (zollo)?
¡Pringá… es lo que no te vas a comer tú!
Poema a XL grados (Pablo Neruda)
Puedo escribir los versos a más de 40 grados esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está asada,
y sudan, rojos, los sevillanos.»
El viento de la noche no gira en el cielo y grita.
Puedo escribir los versos a más de 40 grados esta noche.
Yo quise un piso con aire acondicionado, y él también me quiso.
En las noches como ésta lo tuve a 20 grados.
Lo quise tantas veces bajo el cielo abrasador.
Él me quiso, en verano (y otoño) yo también le quería.
Cómo no haber amado su frío cuerpo.
Puedo escribir los versos más calurosos esta noche.
Pensar que no lo tengo. Sentir que vivo en un horno.
No volveré a ser joven y me convertiré en un viejoven (Jaime Gil de Biedma)
Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más tarde.
– como todos los sevillanos, yo vine
a llevarme la Alameda por delante.
Dejar huella en la Rebotica quería
y marcharme entre jolgorios
– beber una Cruzcampo, cenar un kebab a altas horas, eran tan solo
los quehaceres diarios de la noche sevillana.
Pero ha pasado el tiempo
y la verdad asoma:
quedarse en casa una noche de viernes, pedir comida a domicilio,
es el único argumento de la vida del viejoven.
Canción del imaginero (José de Espronceda)
Con diez cinceles por banda,
viento en el taller, a toda mecha,
no talla la piedra sino esculpe
una talla de un crucificado.
Bailaora no hay tablao (Antonio Machado)
Bailaora, son tus pisadas
el tablao y nada más;
Bailaora, no hay tablao,
se hace tablao al bailar.
Al bailar se hace el tablao
y al volver la guitarra sonar
se ve la madera que nunca
se ha de volver a golpear.
Bailaora no hay tablao
sino estrellas en el Guadalquivir.