Hay restaurantes que descubrimos por recomendación de otros amigos foodies, algunos los conocemos investigando en Internet y por último, damos con otros a través de Instagram. A través de esta última forma llegamos a Sal Gorda (C/ Alcaicería de la Loza, 23), un restaurante cuyas fotos hicieron que babeáramos hasta el punto que tuviéramos que limpiar la pantalla del móvil.
Al igual que otros muchos restaurantes del centro, Sal Gorda se suma a esta tendencia de «el plato es el reflejo del sabor» y por ello cuidan hasta el último detalle de la presentación. El local es minimalista con una decoración sin excesos y una terraza muy recomendable para esta época veraniega.
A las tapas de autor se suma una buena carta de vinos y cervezas que hacen de Sal Gorda un imprescindible para los paladares más exigentes.
Hasta la fecha, no hay nada de la carta que nos haya defraudado, pero aun así, hay algunos platos de obligada degustación, como por ejemplo, el tataki de atún rojo sobre ajoblanco y uvas. Incluso le gustó a una compañera que tiene fobia respecto a comer carne cruda.
Si eres de los que consideras las ostras como uno de los mayores placeres culinarios, te encantará la forma en las que la preparan aquí: con jugo de manzana fermentada e hinojo. Eso sí, si no te gustan los sabores muy fuertes apuesta por sabores más convencionales pide la tabla de quesos o las bravas, dos opciones muy recomendables.
Siguiendo la línea de platos originales, también te aconsejamos que pruebes el gazpacho de fresa con pistachos. Realmente, podría ser un postre, pero aun así la primera vez que lo probamos superó con creces nuestras expectativas.
Para los carnívoros tenemos dos sugerencias: la carrillera ibérica con crema de patata trufada y los canelones rellenos de ropavieja. La primera se sirve en su punto perfecto y la trufa le da un ligero toque de sabor y con la segunda, no te preocupes porque no están hechos con las camisetas añejas que se usan como trapos en su segunda vida.
Sin embargo, lo mejor de Sal Gorda es que como buen restaurante, tiene varios platos fuera de carta según la temporada y por lo general, siempre suelen ser los mejores.
Obviamente, los postres también son caseros y merecen mucho la pena. Si por nosotros fuera, cada vez que vamos pediríamos todos, pero hay que conservar la línea curva, así que siempre apostamos por lo más foodporn. El coulant está de muerte y la milhoja de chantilly de vainilla y marrón glacé tampoco está nada mal para rematar bien la experiencia gourmet. Pero para nosotros la palma se la lleva el brownie blanco con fresas y mousse de chocolate blanco y yogurt.
Y lo mejor de Sal Gorda: el precio. Las tapas están muy bien de tamaño para la cantidad que sirven, por lo que por 15 euros por cabeza se puede comer de lujo con postre incluido.
Gran presentación, mejor comida y buenos precios, ¿te hacen falta más razones para probar Sal Gorda?