En Sevilla tenemos una gran lista de grandes monumentos, pero eso no quiere decir que todos tengan que ser literalmente grandes. Es el caso del Monumento a Bécquer, una pequeña glorieta en la entrada del Parque de María Luisa. Cuando cruzas la verja y ves el conjunto escultórico parece detenerse el tiempo. En este rincón del emblemático parque es habitual encontrarse a parejas sentadas en los bancos mientras contemplan en silencio a las tres mujeres protagonistas del monumento. Estamos seguros de que tú también te has maravillado con esta pieza escultórica, pero, ¿conoces su significado?
Monumento a Bécquer y El amor que pasa
Este monumento de mármol, declarado Bien de Interés Cultural (BIC), está dedicado al poeta sevillano Gustavo Adolfo Bécquer. El grupo escultórico lo conforman unas figuras dispuestas en cinco lados de un pedestal octogonal. Por una parte, nos encontramos con el busto del poeta con su fecha de nacimiento y fallecimiento. De otro lado, tres mujeres sentadas en un banco que simbolizan tres estados del amor: el «amor ilusionado», el «amor poseído» y el «amor perdido». Ellas representan la rima de Bécquer ‘El amor que pasa’:
«Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman,
el cielo se deshace en rayos de oro,
la tierra se estremece alborozada.
Oigo, flotando en olas de armonías,
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran…¿Qué sucede?
Dime.
–¡Silencio! ¡Es el amor que pasa!»
Por último, el conjunto lo completan dos figuras de bronce. En este caso, un hombre que se retuerce de dolor simboliza «el amor herido», y un joven Cupido representa «el amor que hiere».
Curiosamente, la obra parte de una iniciativa de los Álvarez Quintero, admiradores de Bécquer, que llegaron a escribir una obra obra de teatro (La rima eterna) para poder financiar gran parte del monumento. Junto al escultor Lorenzo Collaut Valera escogieron esta rotonda e inauguraron este homenaje al poeta romántico el 9 de diciembre de 1911.
Con todo, no es de extrañar hallar flores y candados a los pies del ciprés, pues es costumbre que los enamorados depositen aquí sendos símbolos en honor al sentimiento más noble: el amor.