El 15 de marzo de 1953, Emilio García Gómez realizó uno de los robos más sonados: las joyas de la Virgen de los Reyes. Después de oír la misma en la Capilla Real, aprovechó el bullicio para escabullirse hasta la Sacristía y esperar allí.
Cuando el templo cerró sus puertas a mediodía, aprovechó para realizar el hurto. El joven conocía bien los entresijos de la catedral. Era alumno de los maristas y amigo del sacristán Domingo Padilla.
Una vez se quedó solo en la Sala de Cabildos, rompió las vidrieras con un candelabro y se hizo con todas las alhajas. Cuando la Catedral abrió de nuevo, salió del templo con toda naturalidad.
El joven pudo llevarse un total de 80 piezas tasadas en 560.885 pesetas, unos 3.371 euros. Durante dos meses custodió las piezas en el trastero de su terraza.
La huida de Emilio García
Emilio García tuvo como cómplice al platero José Ruiz, que le compró algunas joyas y empezó a prepararle la huida. En junio, el joven atracador emprendió su huida hacia el norte. En su viaje en Talgo, la Policía le sobresaltó sentándose junto a él y arrojó varias de las piezas al retrete. Las joyas quedaron esparcidas por la vía del tren, en la provincia de Álava.
Máximo Gómez Fontanal, el guardavías de este trama, cogió las alhajas y las vendió a joyeros del País Vasco.
Aunque Emilio tuyo otro contratiempo con la Policía en la frontera con Francia por un error en su pasaporte, el 22 de junio llegó a París. Una vez allí, se reunió con el contacto que le facilitó el platero sevillano, y con la polaca Rosa Aranovici.
A Emilio le falló la boca y les terminó relatando todas las peripecias a sus dos únicos conocidos en la ciudad francesa. Ambos personajes acudieron a la Policía y denunciaron al joven. Emilio García Gómez fue detenido por la Policía francesa el 22 de julio de 1953, mientras preparaba su viaje a Gran Bretaña.
Las sentencias
Emilio fue condenado a seis años de presidio menor y la obligación de devolver 100.000 pesetas a la Sacristía. El importe de las joyas no recuperadas.
Domingo Padilla, el sacristán también fue condenado, y absuelto a posteriori. El joyero José Ruiz fue condenado a dos años por encubrimiento. Máximo Gómez, el guardavías de Ávila condenado a seis años por un delito de hurto. Los joyeros que compraron las joyas tuvieron penas de entre seis meses a seis años por delitos de encubrimiento o receptación.
El robo de la corona de Fernando III El Santo
El 1 de abril de 1873 desaparecieron la corona, su peto y una flor de brillantes que portaba el Niño en la mano. La corona “la de las águilas”, perteneció a la Reina Beatriz de Suabia, regalo del rey Fernando III El Santo.
Tras el hurto, se encargaron dos coronas a José Lecaroz y Manuel González de Rojas.