Francisco Peregil publicó en 1993 ‘Camarón de la Isla. El dolor de un príncipe’ y en 2014 Libros del K.O reeditó este libro que narra la evolución del mito.
Resulta imprescindible hablar de este libro porque la trayectoria de Camarón ha encontrado en Sevilla su casa, y porque el flamenco forma parte de lo que es Andalucía y desde luego va en consonancia con lo que aquí abordamos.
Quizá al lector que no esté familiarizado con el mundo del flamenco o incluso con el mismo Camarón, este artículo le pase sin pena ni gloria. Pero si han llegado hasta aquí, quédense porque tal vez esta reseña le invite a conocer un poco más del personaje construido casi desde la ficción.
En contra de lo que cabe esperar, a Camarón no se lo llevó la droga, sino el cáncer de pulmón. Contra todo pronóstico, no fue un prodigio de escuela, como Mozart, Beethoven o Mónica Naranjo. Camarón era una suerte de autodidacta, un genio que daba en el clavo casi sin querer y que perdió prácticamente toda facultad al final de su camino. Y pese a quien le pese, no fue ni tan ejemplo ni tan reproche.
Desde su muerte, han sido muchas las biografías que se han escrito, sacralizando, edulcorando o ensalzando su gloria, pero ‘Camarón de la isla: el Dolor de un príncipe’ (Libros del K.O, 2014) se atreve a narrar sin tapujos el perfil del más icónico de los artistas andaluces.
Detrás del mito
Francisco Peregil consigue hablar desde la verdad, o al menos plasmar varios escenarios, incidiendo no solo en la figura del artista, sino en la de aquellos que lo acompañaron en sus andares.
En ‘La Colmena’ de Camilo José Cela figuran más de 200 personajes y en la vida de José Monge, aunque en parte solitaria, no faltaron hileras de interesados.
‘El dolor de un príncipe’ ahonda en aquellos que acompañaron a Camarón a lo largo de sus días, una larga lista de invitados, que Peregil repasa en escenarios, ambientes, situaciones, espantás y mucho flamenco. Aquellos que tuvieron un hueco de verdad en la vida del artista supieron ver sus luces y sombras.
Junto a su comitiva, la soledad que aterraba al genio fue también protagonista. Algunos se fueron, fruto de las coyunturas, la desaprobación o porque no se les quería. Otros se quedaron y muchos fueron llegando atraídos por la interés, por el magnetismo de Camarón o porque sencillamente no podían ir a otro lugar.
Peregil revisa los perfiles de Humanes, Torrente Malvido, el doctor Candado, el Marsellés, Marcelo Camús y los indudables monstruos que hicieron arte con el maestro: Tomatito, los hermanos Lucía, Ricardo Pachón…
En un ejercicio de desenmascarar al mito, Peregil consigue sacudir con la palabra el dolor de Camarón a través de las escenas más pintorescas, los secretos mejor guardados o las anécdotas que envuelven cada canción, cada disco, cada palmero que formaron parte del recorrido del artista.
Y es que no hace falta escuchar ‘La leyenda del tiempo’ para reconocer, página tras página, el hechizo del de la Isla.
¿Quién es Camarón?
Una vez consolidada la enfermedad, no fueron pocos los rumores que se extendieron inclusive dando por muerto al de la Isla. Mitos, literatura y secretos a voces empezaron a derramarse sobre el imaginario musical de nuestro país.
En un reportaje sobre Cheíto, el hijo rapero de Camarón, publicado en El Español le preguntan al primogénito cómo es Camarón el artista. Al repasar el texto, sospecho que el periodista intentara decir ¿acaso conoció a Camarón o su padre simplemente fue José Monge?
A falta de no entender las intenciones de la pregunta o tal vez porque la pregunta no quería ir más allá, Cheíto contesta Camarón es mi padre. Y esta respuesta, en cualquier caso, revela cómo tal vez Camarón se comió a José Monge y Camarón se quedó en una secuencia de etiquetas. Yunque, fragua, alcayata, hachís, papel de aluminio, espantás, palma, grito, tabaco, genialidad.
La estela de Camarón
Camarón dejó tras de sí, como acostumbran a hacer los mitos que se han ido sin más preámbulo, sin huellas, sin más pistas que las versiones de aquellos que anduvieron cerca (que lo ensalzan más si cabe), muchas preguntas.
No cabe duda, empero, que las emociones que suscita Camarón son de una naturaleza de lo más primigenia. Su grito arrojadizo da vida a lo inerte y es capaz de conmover a los más escépticos del flamenco. Por ello merece la pena sumegirse en el trabajo de Francisco Peregil y tratar de desgranar con mirada ajena las entretelas del artista.
La ignorancia no me permite afirmar si el flamenco está o no muerto. De lo que no cabe duda es que aunque Camarón ya no está, este libro bien podría resucitar una cara bastante fidedigna de todo aquello que lo rodeó e invitar, al menos, a degustar su legado en la música. Como el que husmea en lo desconocido o como el que descubre un secreto tras lo aparente.
Un libro que arroja luz sobre la imagen prefabricada del mito y que anima a conocer un poco más la estela del flamenco.
Fuente de la portada: Wikipedia.