En tiempos de necesidad, la cocina trataba de buscar fórmulas efectivas para engañar al apetito, proporcionar todos los nutrientes posibles con pocos recursos y aprovechar repitajos a lo largo de la semana. La sonada cocina de aprovechamiento que tantos restaurantes llevan hoy por bandera incluye la poleá de la que venimos a hablar.
Los postres, por supuesto, a menudo eran un bien escaso y en las casas más humildes, lo tradicionales gachas podían servir como un plato principal. Y es que la poleá es una suerte de gachas dulces elaboradas con harina, típicas en la Andalucía occidental. En su momento, funcionaba como un plato que aportaba energía.
Esta tradicional receta ha ido adoptando distintas variantes dependiendo de dónde se prepare aunque sus ingredientes no prescinden de calorías precisamente. Por lo general, para elaborar esta exquisitez solo necesitas harina, leche, azúcar, aceite y matalaúva (anís en grano).