Sevilla está indefectiblemente ligada a su historia, empezando por el origen de su nombre. En lingüística, la toponimia se encarga de estudiar el origen de los nombres propios de un lugar así como el significado de sus étimos. No siempre se acierta y a menudo aparecen una cantidad ingente de teorías y sospechas que no terminan de ponerse de acuerdo. Estas son las hipótesis y estudios en torno al nombre de Sevilla.
Según varios investigadores, Sevilla se conocía en la época prerromana como «Spal» o «Ispal» hasta la periodo romano, en el que pasó a llamarse «Híspalis», sobre el 206 a.C. Los godos serían los siguientes en otorgar su propia denominación (o variación) a Sevilla. En este caso: «Spalis». Los árabes hicieron lo propio, suprimieron el sonido «p» y lo sustituyeron por «b», dando lugar a «Ishbiliya». Finalmente, la palabra se castellanizó como «Sevilla».
En cuanto al origen de la denominación hay muchas teorías. Una de ella se remonta a la fundación legendaria de Sevilla por Hércules, hijo de Zeus, que bautizó la ciudad con el nombre de «Híspalo», como si fuera su propio hijo. También se baraja que «Híspalis» sea una derivación del término romano Hispania.
Por otra parte, «Spal» o «Ispal» era en la lengua semítica de los fenicios «la isla de S’bal». La palabra «S’bal» significaba «el que soporta o sujeta». Que la capital hispalense se llamara así puede deberse a que fue fundada en terreno pantanoso y se tuvieron que edificar las cabañas sobre palos o estacas, aunque esta teoría es rechazada por muchos estudiosos, ya que Sevilla nunca ha tenido un terreno con esas características.
Otra hipótesis barajaba que «Híspalis» era una latinización de «Spal», cuyo significado en fenicio era «llanura».
De otra parte, resulta curioso que Sevilla también se conociera como Hims durante la invasión musulmana de Al-Andalus sobre el año 742. Esto se debe a que los sirios se asentaron en Sevilla, el Aljarafe y Labla (Niebla), y bautizaron Sevilla como Hims, en recuerdo a la ciudad siria de Hims o Homs.