Nos gusta innovar a la hora de elegir un restaurante y de este local lo primero que nos llamó la atención fue el nombre.
Nos encanta un buen museo y nos flipa comer bien, de manera que No-lugar the art company (Trajano 16) ya tenía muchos puntos para gustarnos, pero claro, teníamos que probarlo y descubrir que más allá de un nombre atractivo, había una carta a la altura.
Podríamos escribir una novela hablando de la decoración del local, en la cual se pueden ver mesas que sirvieron para la fabricación de aviones, obras de arte dispares, cántaros, vajillas entremezcladas de diferentes estilos y épocas, un piano, gramófonos, lámparas que se han elaborado a partir de los restos de una antigua refinería y plantas «Costilla de Adán»que aportan un toque selvático al local. En resumidas cuentas, el típico restaurante que tu padre llamaría «modernito».
La decoración suma muchos puntos, al igual que también es un buen reclamo su corta pero cuidada carta de vino y la cantidad de cervezas artesanas que tienen. Pero vamos al grano: su cocina fusión. La carta se divide en campo, corral y mar, y ya te avisamos que si no te gustan las combinaciones de sabores y las especias quizás no es el lugar más indicado al que puedes ir, aunque a nosotros nos pareció una verdadera maravilla para nuestros paladares.
La presentación de los platos va en la línea del espacio y para que te hagas una idea de la carta hay cosas más convencionales como la pastela marroquí, la hamburguesa de buey o el pollo tikka masala, pero somos partidarios de que si te tiras a la piscina lo hagas de cabeza (o de bomba), así que pide cosas que no hayas probado antes.
Nosotros nos la jugamos y pedimos buñuelos de queso fresco con trucha ahumada y mahonesa de wasabi, la arepa de solomillo al whiskey con jamón ahumado y pimiento frito, el mutabal (puré de berenjena asada y ahumada con frutos secos) y el risotto de algas con cebolla y calabacín. Todo nos encantó y además, las raciones están bastante bien de tamaño para compartir.
Dos consejos: el primero, pregunta por los postres caseros. Nosotros pedimos la tarta de la abuela y casi tenemos la tentación de pedir una segunda porción. Segundo, reserva si no quieres esperar un buen rato porque el local no es excesivamente grande.
En cuanto al precio, no nos pareció nada caro, teniendo en cuenta que pedimos bastante cosas. Por lo general, comer en condiciones con postre incluido te costará unos 15 euros, lo cual no está nada mal. Además, ¿cuándo vas a comer así de bien en un museo?