El documental ha sido galardonado en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y es la 29ª película española más vista de 2018.
José Manuel Gómez Vidal, guionista y director de Murillo, el último viaje, es coordinador de Cine y Documental en Acción Cultural Española, por lo que sabe lo complicado que es para una película llegar a una pantalla. Más difícil aun si es un documental de arte en torno a un pintor barroco eclipsado por la sombra de sus coetáneos. Y se podría calificar como una hazaña que un proyecto tan pequeño haya sido galardonado con el Premio Talento Andaluz en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva y se haya convertido en la 29ª película española más vista de 2018, superando a grandes producciones como Tadeo Jones: El secreto del Rey Midas.
Hemos tenido la oportunidad de hablar con José Manuel para conocer la génesis de esta proyecto, profundizar en la la faceta más moderna de Murillo y descubrir los motivos por los que la historia ha «maltratado» al pintor barroco:
¿Os esperabais este éxito en festivales y en taquilla?
Para nada. Era una proyección muy pequeña de bajo presupuesto. Solamente estrenar en Sevilla superó todas nuestras expectativas. Yo me dedico a la gestión cultural y sé lo complicado que es meter una película en una sala. Es que de 100 guiones, 4 se convierten en una película y de esas 4, solo una acaba en los cines. Por esa razón, no íbamos con ningún tipo de expectativas.
¿Cómo se aborda un guion de documental sin saber qué te vas a encontrar en el rodaje?
Empecé a escribir el guion hace 3 años, aunque tenía que ir reescribiendo continuamente porque no nos dieron los permisos para algunos escenarios. A diferencia de un guion de ficción, el de documental es mucho más abierto. Solo tienes la base, la idea y sabes cómo lo quieres contar. Tú tienes una idea preconcebida de lo que los entrevistados tienen que hablar, pero a veces el tema que tú tenías pensado que podría resultar muy interesante, al final no lo es, y viceversa. Por esa razón, los guiones de los documentales son bastante abiertos.
Tenía muy claro qué quería contar y con qué investigadores quería colaborar. Sabía el punto fuerte de cada entrevistado, pero en muchas ocasiones hubo temas que no me los contaron como me esperaba, pero me relataron otros mucho más interesantes. No he cambiado el guion en sí, sino conceptos.
En el documental también teníamos otra traba: al ser un documental de arte teníamos que grabar en los museos y algunos son muy celosos a la hora de dejarte grabar en ellos. Muchos nos dijeron que no, pero hubo otros que nos dejaron contra todo pronóstico, como el Louvre.
El documental dura 70 minutos, pero imagino que esto será el resultado de una gran criba de material.
(Se ríe) Dura 70 minutos, pero teníamos 40 horas de material.
¿Y cómo fue el montaje?
El montaje en un documental es fundamental. Yo tuve una reunión con Vicky Lammers, la montadora, y le expliqué lo que quería. Vio las 40 horas y entendió el concepto rápidamente. Yo iba a su estudio y montábamos, pero entendió tan bien el tema, que si yo faltaba un par de días, cuando volvía y veía lo que tenía montado, el 90% era perfecto.
También sucede que hay mucha gente que se expresa muy bien con la cámara fuera, pero en cuanto se enciende el piloto, se bloquea. Tienes que estar una o dos horas con esa persona hasta que se relaje y pueda decir la frase que tú querías. Por eso, hay mucho material que directamente no vale para el documental.
Este proyecto ha sido producido por Tal y Cual Producciones con la colaboración de Canal Sur. ¿Qué vieron estos productores en Murillo. El último viaje para apostar por él?
Yo sabía en qué productora podía encajar este tema, ya que además no hay muchas que hagan cine de arte. La más fuerte en España es López Li Films, que para mí son los mejores haciendo cine de arte, pero solo hacen producción propia.
Una vez que acabo el guion, vi que dos años después iba a ser el cuarto centenario del nacimiento de Murillo. No lo escribí pensando en el Año Murillo, pero sí sabía que sería favorable. Contacté inmediatamente con Tal y Cual, porque su responsable, Bernabé Rico, es amigo mío, y sabía que le podía encajar un proyecto así. Leyó el guion, le encantó y pasamos a la búsqueda de financiación, en la que participó Canal Sur con una pequeña aportación. El Ayuntamiento de Sevilla también ha colaborado, aunque no de forma económica.
¿Qué valores transmitía Murillo en sus obras que no fue capaz de transmitir otro pintor coetáneo?
Es complicado porque Murillo nos ha llegado reducido a lo kitsch y lo folclórico. Yo siempre cuento que cuando estaba en la facultad decir que te gustaba Murillo era una señal de debilidad. Lo normal era decir que te gustaba Valdés Leal o Zurbarán, que siendo más conceptuales, en calidad eran inferiores a Murillo. Por esa razón, una vez que crecí, me interesó bastante este tema.
Murillo empatiza con el dolor de una época en Sevilla en la que hay un declive económico y está asolada por la peste. A la crisis humanitaria, se suma la crisis económica. Sevilla en ese momento no era una ciudad muy optimista y Murillo sabe conectar con este dolor. Además, gustaba mucho entre los mercaderes de Flandes que todavía quedaban en Sevilla. Él hacía una pintura de género infantil, que es la que le da la fama. Era muy inteligente porque supo conectar con la sociedad y el clero.
A diferencia de otros pintores, es de los primeros que pinta lo que ve en la calle. No crea un imaginario, sino que refleja lo que ve, algo muy poco habitual para un pintor barroco. Obviamente, idealiza estas escenas, pero aun así es novedoso que pinte “la calle”.
Querías alejarte de la imagen clásica y hasta ñoña que se había dado de Murillo y apostaste por mostrar su parte más moderna, pero ¿por qué era moderno?
Lo fácil era quedarte en el ámbito religioso, pero a Murillo le hicieron daño muchos factores, sobre todo las vanguardias. La sociedad cambió y para esa época (finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX) Murillo no se podía aguantar.
Por esa razón, yo quería alejarme de eso y abordar a Murillo como un pintor mucho más poliédrico. Se consideraba un pintor “ñoño” porque se asociaba a estampitas, caramelos, almaneques, etc., y esta imagen edulcorada hizo que se deteriorara su legado. De hecho, nos sorprende que cuando salimos del coloquio en los cines, la gente nos dice “nos has descubierto un nuevo pintor”.
Murillo también es moderno por anticiparse al rococó. Además, era muy observador y un pintor muy permeable a las nuevas corrientes que van llegando, siempre dándoles un carácter propio. Iba mucho más allá de lo que se estaba haciendo en España.
Y si fue tan “moderno”, ¿por qué se ha estudiado de forma superficial y no se ha profundizado en su figura?
Era el pintor más poderoso en España. Su obra estaba muy cotizada, incluso por encima de Velázquez. De hecho, la Inmaculada de los Venerables alcanza el mayor nivel económico hasta ese momento. Cuando comienzan las vanguardias, se fijan en pintores ocultos o relegados a un segundo plano, como Velázquez y Zurbarán, y la religiosidad pasó a ser algo más secundario.
Las vanguardias “castigaron” la pintura dulce o teocéntrica porque Dios ya no era el centro del ser humano. También le hace daño que los carlistas se aprovechan del concepto de Inmaculada porque él había desarrollado esa iconografía y, además, Franco se obsesiona con el pintor, haciendo que decaiga la imagen del pintor hasta los años 60.
En el documental, querías hacer de la Inmaculada de Soult un McGuffin (elemento de suspenso para que los personajes avancen en la trama, pero que no tiene mayor relevancia en la trama). ¿Por qué elegiste este cuadro para esa función?
Su historia era interesantísima. En 2012 la obra vuelve a los Venerables y la colocan en su marco original, tras ser saqueada por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia. Mi intención era contar el expolio a través de este cuadro simbólico. De hecho, es muy sintomático que el Louvre paga el máximo precio por él y, justo a partir de ese momento, decae hasta tal punto que, en el año 40, Franco hace un acuerdo con Pétain para traer de vuelta a España el cuadro a cambio de varias obras, entre ellas una copia de Velázquez, burlándose así la dictadura del gobierno francés. (…) Tanto para España como para Francia es una victoria. Franco ha engañado a los franceses con una copia de Velázquez y ellos se han librado del cuadro de un pintor decadente.
Por último, ¿dónde podremos ver Murillo. El último viaje?
Estamos negociando con alguna plataforma. A mí me parecería absurdo guardarlo en un cajón cuando tiene una naturaleza pedagógica. Vamos a intentar venderlo a alguna plataforma en la que encaje como Filmin e incluso hemos pensado exhibirlo en algún museo, pero la intención es venderlo a partir de 2019, cuando haya acabado su recorrido por los festivales.
Fuente de imagen de portada: El joven mendigo, de Bartolomé Esteban Murillo