Hay vidas complicadas y luego está la de María Coronel, hija mayor de don Alfonso Fernández Coronel, Señor de Montalbán, Capilla, Burguillos y Bolaños, un poderoso noble castellano que consigue el favor del rey Alfonso XI, y de la dama sevillana doña Leonor de Guzmán, que durante veinte años fue la favorita del rey y le dio cinco hijos. María Coronel sufrió las luchas de poder por una Castilla dividida por guerras civiles.
Cuando su padre muere en Aguilar, su hermana Aldonza se casó con Alvar Pérez de Guzmán, quien apoyó a Enrique de Trastámara, lo que le costó tener que huir dejando a su mujer en el convento de Santa Clara ante la derrota por el rey Pedro.
Don Pedro se encaprichó de Aldonza Coronel y tenía encuentros con ella en la Torre del Oro y en el Alcázar de Carmona. Como su marido se hallaba ausente, Juan Alfonso de la Cerda, esposo de María Coronel, decidió defender el honor levantándose en armas contra el rey, pero finalmente fue apresado. María Coronel se plantó ante don Pedro para pedirle clemencia y éste le dio el indulto, o más bien, un falso indulto, ya que sabía que antes de que María volviese a Sevilla, Juan Alfonso sería decapitado.
María se mudó a la calle Arrayán y allí vivió en el que hoy es el Palacio de los Marqueses de la Algaba. Pedro I, que se había prendado de sus belleza, la persiguió con sus criados, pero ella se negó en rotundo y se fue a un convento, donde unas monjas la escondieron en una zanja cubierta con tablas. Don Pedro no la encontró allí y se marchó, pero a los días volvió y la encontró. Él la persiguió por todo el convento, pero finalmente, ella se vio sin ninguna escapatoria de la cocina y optó por una drástica solución: tirarse una sartén de aceite hirviendo para desfigurarse la cara y que así el rey pasara de su cara quemada.
Doña María que sabía que lo tenía comiendo de su mano, le pidió un solar para construir el convento de Santa Inés, donde ahora reposa su alma y cuerpo, el cual por cierto se puede ver cada 2 de diciembre. Y es así cuando surge la clásica figura del pagaconventos, que más tarde derivó en pagafantas.