Ya sabéis que nosotros somos los mayores admiradores de todo el legado de Aníbal González. Hace poco en nuestra última visita a la Plaza de España pasamos frente a su estatua y descubrimos algo en lo que no habíamos reparado antes: escondidas en la estatua se encuentran las huellas de tres manos pequeñas. Os advertimos que dar con ellas no es tarea fácil.
Investigando sobre estas misteriosas huellas descubrimos la razón por la que se hallaban en la escultura: el Ayuntamiento de Sevilla convocó hace un par de años un concurso para crear la estatua en 2010 y los ganadores fueron dos escultores y un arquitecto, cuyos nombres eran Manuel Nieto, Guillermo Plaza y Manuel Osuna.
Casualmente, ese año los tres tuvieron un hijo, por lo que decidieron dedicar este pequeño espacio a su paternidad. De esta forma, las manos de Guille, Irene y Alejandra quedaron ligadas al que haya sido el más célebre arquitecto sevillano.