Después de hacer una ruta por algunos de los monumentos más emblemáticos de Sevilla, como el Archivo de Indias o la Casa de Pilatos, o seguir los pasos en Sevilla de grandes personajes históricos como Trajano, te traemos un recorrido en el que te lo pasarás de muerte de maravilla descubriendo la historia de tu ciudad a través de tres cadáveres muy importantes:
Fernando III
El monarca y patrón de Sevilla, permanece en la Catedral, en una urna de plata (labrada por Laureano de Pina) que se encuentra en las gradas del altar donde está la Virgen de los Reyes. El 30 de mayo es su festividad y se abre la urna para que la gente le muestre su devoción y agradecimiento por arrebatarle la ciudad a los musulmanes.
Doña María Coronel
Hay una leyenda que cuenta que el rey Pedro el Cruel se obsesionó con María hasta un punto en el que a ella no le quedó más remedio que esconderse en un convento. No contento con eso, el monarca dio con ella y la persiguió por el edificio hasta que María tomó una decisión drástica: echarse aceite hirviendo en la cara, desfigurándose así su rostro para que el rey la dejara tranquila. Más tarde, el rey arrepentido, le devolvió las posesiones de su familia y las rentas confiscadas. Con ellas, María y su hermana Aldoza fundan el convento de Santa Inés.
El cuerpo de María estuvo enterrado en un sepulcro junto a su marido, Juan de la Cerda, y una hija pequeña. Con motivo de unas obras, las monjas decidieron trasladarla a otra parte y fue entonces cuando descubrieron que el cuerpo estaba incorrupto, mientras que sus familiares eran cenizas. Desde 1834 en Sevilla se reconoce esta incorruptibilidad y se venera con fervor cada 2 de diciembre tras una urna de cristal en el convento de Santa Inés.
Santa Ángela de la Cruz
Esta santa fundó en 1875 la Congregación religiosa Hermanas de la Compañía de la Cruz y llevó a cabo una gran labor social con los más desfavorecidos. En el convento Casa Madre de la calle Santa Ángela de la Cruz, número 4, se puede visitar la capilla en la que se encuentra el cuerpo de la Santa (la Madre Angelita). El cuerpo, incorrupto o embalsamado, está cubierto de cera en manos y rostro y lo acompaña su sucesora: Sor María Purísima de la Cruz.