La nueva ficción de TVE ha dado un paso más allá respecto a otras series ambientadas en Sevilla.
Hay quien todavía no se ha atrevido a convertirse en un espectador más de La otra mirada porque tiene miedo a encontrarse con un culebrón de época en horario de prime time. O peor, opina que todas las series españoles son una bazofia, salvo determinadas excepciones como La casa de papel. Craso error. Y no te lo estamos diciendo nosotros, sino miles de espectadores que ya se han enganchado a la historia de la academia sevillana para señoritas de los años 20.
No es la primera ficción televisiva que nos transporta al pasado de España. El secreto de Puente Viejo, Amar es para siempre o El secreto de Puente Viejo son otros ejemplos de esta tendencia. Sin embargo, ninguna ha apostado por el feminismo como lo ha hecho La otra mirada, aunque muchas se hayan puesto esta etiqueta por el mero hecho de tener a mujeres como protagonistas. La nueva serie es una declaración de intenciones desde su primera escena en la que vemos a una mujer charlando en una fiesta con varios hombres sobre temas como el voto femenino y la incorporación de la mujer al mundo laboral.
A priori, podríamos pensar que nos venden La otra mirada igual que nos vendieron Las chicas del cable, pero a diferencia de la serie de Netflix, esta es una serie con personajes femeninos muy bien desarrollados y no una telenovela focalizada exclusivamente en las tramas amorosas. Las protagonistas tienen aspiraciones más allá de decidir con quién quieren compartir el resto de su vida y son tan imperfectas como cualquier persona.
No solo es una buena serie por sus personajes femeninos bien construidos y un reflejo de la educación que recibían las mujeres en los años 20, sino que también hay una trama de suspense que consigue captar la atención del espectador desde el primer capítulo. Esta hibridación de géneros, sin perder la crítica a un sociedad capitaneada por hombres, se consigue gracias a un equipo de guionistas conformado Josep Cister, Jaime Vaca, María López Castaño, Alba Lucio Calderón y Mario Parra Ortiz.
Llegamos al punto clave: ¿Por qué La otra mirada es la serie que Sevilla necesitaba? Es más, ¿por qué la necesitábamos después de otras ficciones ambientadas en Sevilla como Allí abajo o La peste? Vayamos por partes.
La otra mirada no es una serie en la que Sevilla es un escenario que se utiliza como inagotable fuente de comedia, tal como se hace en Allí abajo, una ficción divertida, que cumple lo que promete, pero no es más que una prolongación del éxito de Ocho apellidos vascos. Temáticamente, la historia de amor de Carmen e Iñaki no descubre las Américas, al igual que tampoco lo hace La peste, la serie de Alberto Rodríguez. No se le puede negar a esta última que tiene una ambientación de Matrícula de Honor y que las actuaciones son para quitarse el sombrero, pero la historia es básicamente un thriller policíaco con una epidemia de peste como telón de fondo.
Otro punto a favor de La otra mirada es su apuesta por los escenarios naturales. Venimos de una época en la que la mayoría de series eran cromas o estaban grabadas en estudios, por lo que se agradece una ficción que apueste por los grandes atractivos turísticos de la ciudad constantemente. En lo que llevamos de temporada ya hemos visto innumerables escenarios como el puente de Triana, los jardines de Murillo, la plaza del Triunfo, el parque de María Luisa o la plaza de España (en obras).
Se agradece muchísimo la imagen amable, y a su vez crítica, que hace de la sociedad sevillana de comienzos del siglo XX. Ningún personaje está estereotipado y no se recurre al humor facilón en ningún momento, ni tampoco tiene ese halo pesimista que tienen otras películas o series ambientadas en Sevilla.
Tampoco podemos olvidar que se trata de la primera serie feminista localizada en la capital hispalense y que aunque mucha gente sostenga que no es necesario este tipo de mensaje, todavía hay quien no termina de comprender qué significa la palabra «feminismo». Y si no que se lo digan a Blanca Suárez, protagonista de una supuesta serie feminista, y responsable de esta incoherente opinión: «No soy feminista, solo quiero que me traten exactamente igual que a un hombre».
Por esto, porque apuestan por un reparto sólido frente a caras conocidas, por la gran banda sonora de Fernando Velázquez y por muchas razones más, La otra mirada es la serie que Sevilla (y Televisión Española) necesitaba.