Por amor, el rey venció las propias leyes de la naturaleza.
Uno de los reyes más famosos que gobernaron en Sevilla fue Al-Mutamid, el último rey poeta perteneciente a la dinastía de los Avadéis. Su reinado abarcó desde el año 1069 hasta 1091, período de gran florecimiento cultural.
La forma en la que Al-Mutamid conoció a su amada ha llegado hasta nuestros días y es el perfecto inicio de una comedia romántica. El monarca estaba paseando con su amigo y poeta Ibn Ammar cuando comenzó a improvisar un verso:
La brisa convierte al río
En una cota de malla…
Al-Mutamid le pidió a su amigo que siguiera el verso, pero no lo continuó éste, sino la voz de una mujer que dijo:
Mejor cota no se halla
Como la congele el frío.
La voz pertenecía a Itimad, más conocida como Rumaikiyya por ser la esclava de un muletero llamado Rumiac. El rey se enamoró al instante de ella y al poco tiempo, contrajeron matrimonio.
Esta historia de amor se hizo famosa por una anécdota relacionada con los caprichos de la reina. Ella quería ver la nieve, algo complicado en Sevilla, pero el rey estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por complacer a su esposa, de manera que ordenó que se plantasen almendros para que cuando florecieran, pareciese un paisaje nevado. ¿No le faltaba creatividad al monarca, verdad?
También cuenta otra leyenda que la reina echaba de menos amasar barro con los pies, al igual que hacía en su época de esclava, por lo que Al Mutamid cubrió el patio del Real Alcázar con agua de rosas, azúcar, canela, jengibre y perfumes para complacerla.
Por cierto, a modo curiosidad, recientemente se descubrió el Palacio de Al Mutamid en el Patio de Banderas y pertenece a una zona que se daba por perdida. Aquí puedes echar un vistazo al interior del edificio.
¿Y cuál es la lección que podemos sacar de esta historia de amor? Que puedes hacer todo lo que te propongas en la vida y no dar nada por imposible siempre y cuando seas el/la rey/reina.