Cuando me preguntaban de pequeño qué quería ser de mayor, mi respuesta siempre era la misma: helado de tiramisú. Con esa respuesta ya podéis intuir que mi culto al helado es tan desmesurado como la Torre Pelli. Es más, llegaba a pillar verdaderos enfados cuando acababa el verano y el del kiosco de mi barrio guardaba la carta de helados y ya solo vendía pipas, chicles y demás guarrerías. ¿Hay alguien en su sano juicio que prefiera un chicle a un suculento cucurucho de vainilla? Por no hablar de la gente que se niega a tomar un helado en el mes de enero. Esa discriminación estacional me indigna.
Seguro que desde que teníais uso de razón vuestros padres siempre os han dicho “como los helados valencianos ninguno». Y como buenos progenitores ¡vaya razón llevaban!
Para los que no sepan el origen de su fama, se debe a que el helado fue introducido en la península por los árabes y en principio era una mezcla de nieve con zumo de frutas y miel. En Jijona, municipio valenciano, había varias cavas de esta nieve que era imprescindible en la antigüedad para la elaboración del helado. Durante siglos sus habitantes aprendieron a utilizarla para convertir el oficio en todo un arte y así ser considerados como los pioneros del helado en España.
Desde entonces los valencianos expandieron sus fórmulas mágicas por todo el mundo y gracias a eso podemos disfrutar de uno de mis monumentos favoritos: la Heladería Los Valencianos de Sevilla (C/ Adriano, 32).
Es raro ir a tomarte un helado y no encontrarte a nadie con los morros pegados a la vitrina, pero es que todos tienen tan buena pinta que dan ganas de meter la cabeza en cada uno de ellos. Si no me creéis, os reto a que vayáis y os quedéis mirando fijamente el helado de Kinder Bueno (con dados de autentica barrita kinder). Si le sostenéis la mirada más de un minuto y os resistís a pedirlo significa que estáis preparados para cualquier reto en la vida.
Los propietarios llevan siguiendo la receta de sus antepasados durante años y eso se nota en cuanto el helado entra en contacto con tu paladar. Sinceramente, me parece un crimen comprar una tarrina de un kilo de helado en un supermercado pudiendo disfrutar de la Heladería Los Valencianos , son una explosión de sabor que aumenta por instantes dada la brutal cantidad de tropezones que le ponen.
En cuanto a los sabores, decantarme por uno sería como decir cuál es tu hijo favorito, aunque al igual que en la vida misma, siempre hay alguno por el que tienes una especial debilidad. En mi caso, esa debilidad se llama turrón de Jijona (con trocitos).
Es el sabor valenciano por excelencia y aunque no seas amante del turrón, lo vas a disfrutar igualmente (también venden turrones recién hechos a lo largo de todo el año). Otros de mis helados favoritos con un toque sevillano son el de palmera de huevo y el de tocino de cielo. A los que os gusten los sabores más internacionales os enamoraréis del helado de Oreo y el de Cheesecake.
Por otra parte, Heladería Los Valencianos tiene otro punto a favor: tiene muchos sabores aptos para diabéticos 100% naturales bajos en calorías (están endulcorados con estevia) que además son aptos para diabéticos, veganos, celiacos e intolerantes a la lactosa. Además, utilizan materias primas de primera calidad como una vainilla de Tahiti (ALAIN ABEL) y un chocolate (PACARI RAW) que han sido premiados como los mejores del mundo, y la leche es Unicla, galardonada como el mejor sabor de España.
Os seguiría contando más sobre la Heladería Los Valencianos, pero tengo que ir a zambullirme en el helado de Turrón gimnasio para empezar con la Operación Bik…
Dejémoslo en la dieta del cucurucho.