Si el término posverdad se convirtió en la palabra del año, la gentrificación será su clara predecesora.
Nos la hemos sacado de la manga, es un fenómeno global y su avance es imparable. Sus efectos alcanzaron a la hispalense hace tiempo, cobrándose la vida de comercios locales, establecimientos de siempre y hogares que no pueden afrontar la subida de las rentas.
El mítico local Café Jazz Naima, en las inmediaciones de la Alameda, se ve obligado a cerrar sus puertas el 27 de junio. Jorge Moreno, su propietario, lamentaba este miércoles en su página de Facebook el fin de un templo con más de 25 años de historia a sus espaldas:
Hemos dejado de contar con las manos cuántos inmuebles se han vendido en favor del negocio hotelero, la rentabilidad y la innovación, todo ello bajo la consigna del Estado del Bienestar, si acaso hay quien se digne a justificar sus efectos.
Cerraron sus puertas el cine Alameda y el Corto Maltés casi como advertencia de que, con ellos, el barrio también desaparecería. La causa del cierre se debe, como cabía esperar, al desorbitado aumento del alquiler, una subida que alcanza los 3500 euros.
La mala noticia es que esto no nos servirá de acicate, no será el último local que eche el cierre y es solo el principio de la transformación de un callejero diseñado para el consumo, el turista y una apariencia velada. Sevilla se convierte poco a poco en un escaparate global que carga una preocupante acumulación de problemas maquillados.
Lo que nos queda son promesas de vuelos directos a Nueva York pero una conexión lamentable con ciertos pueblos. Una línea de metro que tardaremos más tiempo en ver finalizada que la Sagrada Familia. Las apertura de los hoteles más exclusivos para quien pueda permitírselo a cambio de arrebatarle al sevillano los lugares que definían su identidad.
Así se despedía Moreno en su mensaje: «muchas gracias a todos por tantos años en esta esquina que no podré olvidar».
Fuente de la portada: Jazz Naima Sevilla / Facebook