¿Sois de los que mirais las placas de las calles cuando pasais por ellas u os limitais a ir de un lugar a otro como zombies con resaca? ¿Alguna vez os habéis planteado que cada calle por la que vais tiene su historia? Mi consejo es que hagáis algunas de las rutas que ya os sugerimos en este post de cultura al aire libre. Y si eso no os motiva, siempre podéis optar por leer este artículo o investigar como ratas de biblioteca para poder sorprender a cualquier persona contándole qué historias esconde vuestra ciudad. Os aviso que después de leer este artículo nunca volveréis a ver con los mismos ojos la calle en la que lleváis comprando el pan desde que teníais uso de razón.
Calle Doña María Coronel: el rey Don Pedro era la Belén Esteban de la época. Era la comidilla de todo el pueblo. Tanto que se enamoró de una viuda, Doña María Coronel, y ésta que estaba hasta las narices de las intenciones del Rey se fue a un convento – ya tendría que ser asquerosete el tipo para que siendo monarca Doña María no lo tocase ni con un palo. El rey debió de escuchar la canción No me doy por vencido y se presentó en el convento. Ella, ni corta, ni perezosa se tiró una sartén de aceite hirviendo para desfigurarse la cara y que así el tipo pasara de su cara quemada. Doña María que sabía que lo tenía comiendo de su mano le pidió un solar para construir el convento de Santa Inés, donde ahora reposa su alma y cuerpo, el cual por cierto se puede ver cada 2 de diciembre. Historia del pagafantismo puro.
Calle Susona: si algo tiene Sevilla es una galería de personajes históricos que darían para un culebrón que ríete tú de Arrayán. Una de las protagonistas principales de este Amar en tiempos de la Peste sería Susona, hija de Diego Susón, un judío que quiso vengarse de la matanza que habían llevado a cabo los cristianos contra ellos. Con lo que no contaba Diego es que su hija estaba liada con un caballero cristiano, al que ella avisó de lo que planeaba su padre. Más le valió estar calladita a Susona porque acabó con la vida de su padre y por si fuera poco fue repudiada por ambos bandos. Normal que la pobre acabase tocada en un convento…
Calle Cabeza del Rey Don Pedro: al ya citado rey que da nombre a esta calle le pasaba como a Yasmine, la novia de Aladdín y harto de la vida palaciega se escapaba por las noches para tener sus escarceos amorosos, hasta que una de estas noches se le torció cuando encontró a un enemigo acérrimo de la Familia Guzmán. El rey mató al pobre Guzmán y dejó allí al cuerpo. El crimen se extendió como la pólvora. El pueblo pedía justicia y a Don Pedro, que no le daba la cabeza para más, se le ocurrió prometer que pondría la cabeza del asesino en la calle. Lo que no se sabía Don Pedro es que una testigo le pondría un espejo delante acusándolo del crimen. Don Pedro, como buen monarca, cumplió a medias y puso un busto con su cara. Lástima que después fuese asesinado por su hermano Enrique. Justicia divina.
Calle Hombre de Piedra: en una fresca noche del siglo XV bebía a saco Mateo el Rubio con sus amigos en una taberna. Cuando salió a la calle pasaron por la puerta del Santísimo Sacramento, en la que era obligatorio arrodillarse por orden del rey Don Juan II (todavía se lee esta orden). Todos lo hicieron, menos el rebelde Mateo que insultó y se rió en la cara del Santísimo Sacramento, diciendo que eso era tema para beatas. Fue entonces cuando la ira de Dios le mandó un rayo divino hundiendo sus rodillas en la tierra y convirtiéndolo en piedra. Si queréis dejarle un recordatorio podéis ver lo que queda de su cuerpo macizo en la calle.