Fue una de las voces poéticas y dramatúrgicas más importantes del siglo XVII.
El Siglo de Oro siempre nos remite a Quevedo, Lope de Vega o Calderón de la Barca, pero pasa de puntillas por otros nombres como el de Ana Caro Mallén de Soto, también conocida como «la décima musa andaluza».
Aunque sabemos que nació en 1590 se desconoce si nació en Sevilla o Granada, pero de lo que sí tenemos constancia es que era una esclava con padres adoptivos moriscos. No se sabe tampoco si era huérfana de algún rebelde morisco o hija de una esclava.
Su carrera oficial comienza en 1628, cuando participó con la Relación poética de las fiestas celebradas en el convento de San Francisco en Sevilla en las fiestas que la ciudad celebrara por los mártires del Japón. Más tarde, en 1637 escribe el poema laudatorio Contexto de las reales fiestas madrileñas del Buen Retiro.
Se sabe que mantenía una estrecha relación con María de Zayas, la otra gran escritora del Siglo de Oro junto a sor Juana Inés de la Cruz, y que incluso convivió con ella en Madrid. También trabó amistad con la condesa de Paredes, una mecenas de las mujeres literatas. Al contrario que otras escritora, Ana recibió el elogio en vida por parte de personalidades como Juan de Matos Fragos o Luis Vélez de Guevara, quien la menciona en El diablo cojuelo con el apelativo ‘La décima musa sevillana’. Contó con el favor del Conde Duque de Olivares y hay documentos que demuestran que llegó a cobrar por su trabajo, lo cual la convierte en una de las primeras escritoras profesionales.
Se tiene constancia gracias a Rodrigo Caro, poeta e historiador, de que ganó varios certámenes poéticos y llegó a ser muy valorada en su época. Escribió sobre todo poemas de celebraciones, eventos y fiestas públicas. Todo ello estaba al servicio del discurso dominante de la época e impregnado por la religión. Aun así, la autora aprovechó los prólogos, inicios y cierres de sus poemas para demostrar su valía.
Gran parte de su obra no ha llegado hasta nosotros porque fue destruida, pero aun, así a día de hoy se conservan algunos de sus más célebres encargos que pudieron publicarse gracias al favor del Conde Duque. En lo que respecta al teatro, escribió autos sacramentales para las fiestas del Corpus en Sevilla —La puerta de la Macarena y La cuesta de Castilleja— entre 1641 y 1645 y dos comedias: El conde Partinuplés, una obra ambientada en el mundo medieval y Valor, agravio y mujer, donde la autora reinterpreta los temas que afectaban a las mujeres, eligiendo siempre un final feliz lejos de los dramas de honra de Lope de Vega o Calderón, y siempre haciendo hincapié en el papel que ocupaba la mujer en el barroco.
Probablemente, falleció por la epidemia de peste en Sevilla el 6 de noviembre de 1652, siendo su entierro uno de los más costosos de la época. Todo para conmemorar la marcha de una de las escritoras andaluzas más importantes de la historia de la literatura.