Sevilla es, siendo francos, una de las ciudades más espectaculares del mundo. Pero no nos engañemos, la perfección no existe.
En una sociedad cada vez más ofendida, el propósito de esta lista no es servir a lo políticamente correcto, sino ofrecer una visión personal de los clichés (o no) que se multiplican en la ciudad hispalense.
Obviando aquellas prácticas exclusivas del mundo del turisteo como comer en los establecimientos más guiris o ver a La Macarena en primera línea de fuego el Jueves Santo, aquí propongo las negativas a mi ciudad favorita.
1. Salir a mediodía en verano
No, no y no. Así de claro, ni si quiera los borrachitos del ultramarinos bajo mi casa suenan tentadores. En la temporada primavera/verano en Sevilla cualquier sombra es trinchera. Está prohibido dejarse caer por la calle hasta las 19:00 de la tarde.
2. Faltarle a una imagen
Me proclamo agnóstica, el concepto que siguió al ateísmo, pero más modernito. En cualquier caso, me afirmo como una defensora de la fe, y por tanto respeto mucho las manifestaciones religiosas (Pacíficas, claro). Entendiendo o no el valor de las tallas, el significado de la iconografía o su representación, no se me ocurriría blasfemar sobre algo que tantísimas personas adoran. No hacen mal a nadie, y tampoco me interesa lanzar piedras sobre mi tejado. Los sevillanos pueden ser muy sevillanos si se les toca un Santo.
3. Decir que no a una cerveza
Sevilla presenta planes tan variopintos que sería un ultraje rechazar una invitación como esta. Nunca sabes cómo puede terminar un sábado de cañas.
4. Jamás alquilaría un piso en un bajo
¿Por qué? Querido lector, si has vivido o vives en Sevilla sabrás que las cucarachas son parte del encanto de esta ciudad. Con frecuencia suelen acceder a nuestros hogares a través de la red de saneamiento y alcantarillado. Por eso, cuanto más elevado sea tu palacio, más difícil será que lleguen. Aunque no puedo prometer nada, estas apasionadas de la humedad y la basura no tienen miedo a las alturas.
5. Coger el taxi en la parada de la Feria
«Ay Dios mío» es lo que piensas cuando ves la cola de taxi (y bus) para volver a casa. Echa andar hasta que, lejos del perímetro del Real encuentres un taxista libre para ti. Cerca de Plaza de Cuba siempre van de vuelta a recoger a más feriantes, ¡Páralo antes de que llegue a la maldita parada!
Y si no encuentras ninguno, no te preocupes: seguirás llegando a casa mucho antes que haciendo cola.
6. Comprar un abrigo para invierno
Cuando crees haber hecho la inversión del año en un abrigo polivalente, que te vale para el invierno y para la nieve, recuerda que vives en Sevilla. Aquí el invierno son cuatro días si me apuras, y el resto del año te las deseas para encontrar la chaqueta de entretiempo perfecta.
7. Usar tacones
Los tacones no son una leyenda en Sevilla, hay quienes los usan (algo que me parece del todo loable). Sin embargo, usadlos sólo para estar sentadas, para un evento especial (Y corto), o para hacer desfiles por el pasillo de tu casa. La pavimentación sevillana es famosa por su irregularidad, lo que puede convertir un breve paseo en una auténtica pesadilla.
8. Ir a un partido del Sevilla con la equipación del Betis (Y viceversa)
Seamos coherentes, si no se trata del Derbi, intentemos no echar leña al fuego, que las almas son muy susceptibles.
9. Ir a estudiar a la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales
Quien dice estudiar, dice pasar por delante. Siempre que me veo en Ramón y Cajal evito pensar que junto a la Facultad de Derecho, Sevilla haya podido construir un edificio menos inspirador.
10. Criticar la Torre Pelli
El eterno debate en Sevilla me parece digno de mención. Aunque entiendo el impacto en la ciudad y el consecuente rechazo por una parte de los vecinos sevillanos, no puedo resistirme a sus alturas. ¿Por qué me gusta la Torre Pelli? Porque desde que terminara de construirse en 2015 es lo primero que se ve antes de llegar a Sevilla. Este rascacielos nos avisa antes que nadie de que ya estamos llegando a casa.