
Todos conoceréis la céntrica calle Hombre de Piedra, pero pocos sabréis que su nombre se debe a una leyenda inmortalizada en una escultura que podemos seguir viendo a día de hoy.
Esta leyenda se remonta a una fresca noche del siglo XV en la que bebía a saco Mateo el Rubio con sus amigos en una taberna. Cuando salió a la calle pasaron por la puerta del Santísimo Sacramento, en la que era obligatorio arrodillarse por orden del rey Don Juan II (todavía se lee esta orden). Todos lo hicieron, menos el rebelde Mateo que insultó y se rió en la cara del Santísimo Sacramento, diciendo que eso era tema para beatas. Fue entonces cuando la ira de Dios le mandó un rayo divino, hundiendo sus rodillas en la tierra y convirtiéndolo en piedra.
Si queréis dejarle un recordatorio, podéis ver lo que queda de su cuerpo macizo en la calle. Aunque lamentamos comunicaros que esta estatua romana pertenecía a unas termas, las cuales los árabes mantuvieron con el nombre de baños públicos de la «estatua». Por nuestra parte, preferimos pensar que el alma de Mateo el Rubio sigue dentro de ese rocoso torso.