Un 8 de septiembre de 1652 nació en Sevilla Luisa Roldán, más conocida como la Roldana. Es la primera escultora española registrada de la historia, una importante figura del Barroco español que alcanzó fama en vida, llegando a ser escultora de cámara para los monarcas Carlos II y Felipe V hasta el día de su muerte. Todo y con eso, hay quien todavía no conoce como debiera la aportación de Luisa Roldán a la historia del arte.
Su padre, el artista eclipsado
No es común abrir un libro de arte del Barroco y encontrar obras llevada a cabo por mujeres, ya que el 99% de la historia ha sido escrito por los hombres, sepultando así la historia de ellas. Y resulta curioso el caso de Luisa, la quinta de los doce hijos del matrimonio formado por Pedro Roldán y Teresa de Jesús Mena Ortega y Villavicencio, que consiguió ir más allá de la fama de su progenitor en el mismo campo.
Él era un escultor de prestigio y tenía un taller en el que recibía múltiples encargos. Algunas de sus hijas le ayudaban desde tiene edad y por esa razón Francisca se dedicaba a la policromía y María y Luisa a la escultura. Cuenta la leyenda que durante esta etapa, Luisa se encargó de arreglar una imagen hecha por su padre por encargo del cabildo de la Catedral de Sevilla y gracias a su intervención, esta fue admitida. Fue así cómo se empezó a forjar la leyenda de La Roldana.
Matrimonio sin consentimiento paterno
Luisa se prometió en el taller familiar con el también escultor Luis Antonio Navarro de los Arcos, pero su padre se opuso a esta relación por alguna extraña razón. Sin embargo, a Luisa le dio igual la aprobación de su padre y, aprovechando que este se encontraba enfrascado en un encargo para la decoración de la catedral de Sevilla, decidió casarse con su amado en secreto en la iglesia de San Marcos.
El motivo por el que Pedro no quería que Luisa se casara con él era porque tenía reputación de ser un escultor de mala fama, pero de nada importó esto a la joven que evadió las convenciones sociales instalándose con su marido en el barrio de San Vicente. El matrimonio tuvo 7 hijos, de los que fallecieron 4 siendo niños.
Su etapa en Sevilla
Realizó varias esculturas, que más tarde eran policromadas por su marido, y volvió a trabajar con su padre en algunas obras como el paso del Cristo de la Exaltación.
De este período corresponden el encargo de Dolorosas para procesionar en Semana Santa y, aunque no haya ninguna documentada, se cree que son suyas la Virgen de la Regla, que pertenece a la Hermandad del Prendimiento, la Virgen de la Sede que se puede ver en el Hospital de los Venerables o la Virgen del Carmen en el convento carmelita de Santa Ana.
En esta época consiguió labrarse un nombre por ser capaz de imprimir un gran dinamismo a sus obras.
Su etapa gaditana
A partir de 1687 continua su carrera en Cádiz, donde realiza algunos de sus mejores trabajos como el Ecce Homo o los patrones de la Catedral, San Servando y San Germán, actualmente venerados en una capilla de la catedral Nueva de Cádiz.
También es de esa época el Señor de la Humillación, perteneciente a la Cofradía de la Piedad y las imágenes de San Juan Bautista y San José, pero no solo realizó esculturas para Cádiz, sino que también se le atribuyen otras de localidades próximas, como Nuestra Señora de la Soledad de Puerta Real.
Escultora de cámara en Madrid
La fama de Luisa llegó a la Corte Real, asentada en Madrid, y provocó que se tuviera que trasladar con su familia a la capital española. Su ascenso a escultora de cámara del rey Carlos II en 1692 fue gracias al mecenas artístico y ayuda de cámara del rey, Cristóbal de Ontañón.
La artista trabajó incansablemente para el monarca y realizó varias obras como el Nazareno que Carlos II encargó para el Papa y el San Miguel Arcángel con el diablo a sus pies del Escorial, obra en la que se dice que La Roldana plasmó su rostro.
Sin embargo, no fue este un periodo de prosperidad económica para la escultora, quien tuvo que lidiar con pagos tardíos, retrasos y problemas económicos que dificultaron su vida en Madrid. De hecho, mandó varias cartas a la reina Mariana de Neoburgo en las que le pedía «vestuario o una ayuda de costa o lo que fuese de su mayor agrado».
Uno de sus últimos encargos durante la regencia de Carlos fue la Virgen de la leche, un regalo del rey a su prometida que acabó en la Catedral de Santiago.
En 1699 muere su padre y ella y su hermanos son los herederos, pero ni esto ni el cambio de dinastía en 1700 con Felipe V lograron que la situación económica de María Luisa prosperase a pesar de que el monarca volviera a nombrarla escultora de cámara.
De esta última época destaca el Arcángel San Miguel en el monasterio de las Descalzas Reales y un Ángel de la Guarda.
En 1706 fallece la artista no sin antes poner por escrito una declaración de pobreza y haber dejado un gran legado que seguirían artistas posteriores como Pedro Duque Cornejo, Cristóbal Ramos o José Montes de Oca. Sin duda, un trágico final de vida no acorde a la huella que dejó en la historia del arte.