
Antonio Machado Ruiz podría tener tantos epítetos como poemas ha escrito.
Una de las mejores plumas de la literatura española, padre de la generación del 98 y referente universal. Hombre de franqueza, ideas firmes, y entereza a golpe de verso. Machado supo que la vida era camino y recuerdo. Machado, el olmo viejo.
El erudito hispanista Ian Gibson nos invita a recorrer los pasos de Machado acompañados de su poesía, y de la agitada España de inicios de siglo. «Los últimos caminos de Antonio Machado. De Colliure a Sevilla» (Espasa) son andares de una vida, y el retrato del maestro inmanente de la nostalgia.
Machado describió lo inefable con sencillo lenguaje, y con el sudor de la experiencia creó un imaginario que muchos otros han cantado, que muchos han querido sentir. Su sepulcro en Colliure es la demostración del terrible exilio que sufrieron muchos españoles. Machado nunca volvió a su España querida. Ni a la que creía muerta, ni a la dormida.
Siguiendo los pasos de Machado
El último libro de Gibson te empuja a recorrer las ciudades que vieron curtirse a Machado. Una Sevilla natal llena de recuerdos de infancia y fotografías poéticas atemporales.
«Mi infancia son recuerdos de un patio de sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero…»
La bohemia Madrid, cuna de una juventud intelectual incipiente, reunida en la Institución Libre de Enseñanza. Esta misma escuela luego acogerá a otros grandes como Lorca, Dalí o Buñuel.
La Soria que lo enseñó a amar, y también a perder. La misma Soria a la que escribió el celebradísimo poemario «Campos de Castilla». Gibson recuerda el París del poeta, y pasea con Machado por las calles segovianas, baezanas y madrileñas. Supo ensalzar el escritor sevillano las pequeñas ciudades, su alma y su paisaje, aun viviendo en ellas de algún modo forzado.
Un desenlace en el exilio
En su libro, el hispanista irlandés ayuda, más si cabe, a desentrañar los significados de su poesía, a entenderla atendiendo al contexto, a sus caminos.
Antonio Machado fue un poeta elegíaco, cantó a la pérdida, a la nostalgia y a lo que no se puede tener. Nunca ocultó su pensamiento y no pecó de sangre iracunda. El poeta sevillano se mantuvo devoto a sus ideas republicanas, a todo un sistema de valores favorables al consenso. Machado es, además, un guiño a la actualidad imperante, una voz lejana más despierta que nunca.
En los últimos días de su viaje hasta Colliure, Machado está derrotado, sabiendo que el exilio y la guerra traerían consigo la inevitable parca. Y fiel a su joven palabra murió en Colliure ligero de equipaje, cerca del mar. Como no podía sentir de otro modo, sus últimos versos siguen hablando de nostalgia, de vida, y de caminos.
«Estos días azules, y este sol de la infancia»
«Los últimos caminos de Antonio Machado» es una lectura imperdible y amena, en consonancia con la sensibilidad machadiana.