
Rialto 11: una librería con encanto dentro de un lujoso palacete que se atrevió a desafiar los sinsabores del negocio librero.
Belén Rubiano fue, durante toda su aventura como librera, «una niña con zapatos nuevos» hasta las postrimerías de Rialto. Se afanaba por vender un Conde Lucanor o una Celestina, escuchaba tras el mostrador las historias de quienes tuvieran a bien compartir un rato con ella. Belén leía y revisaba manuscritos por amor al arte, invitaba a tantos cafés como requiriese una conversación y ayudaba sin cautela a casi cualquiera. A veces uno peca por bondadoso.
Con un comprensible rechazo por «Los pilares de la Tierra» y los ladrones de bestseller, vendía como pudo y se sumergió en la encomiable tarea de pagar facturas y mensualidades a proveedores.
Sin embargo, «es innegable que en una librería te relacionas con el lado soleado de la humanidad». Así, Rialto 11 es un libro de anécdotas, reflexiones y nostalgia de una vida dedicada a los libros.
Naufragio y pecios de una librería
Cuando la librería de Belén cerró, yo apenas tenía siete años. Un tiempo después, viviría muy cerca de donde se encontraba la hermosa librería. Después de terminar su libro me quedo con la sensación de ser también culpable, de ser partícipe, de amortajar las posibles voces, de olvidar las posibles historias, de no mirar a los verdaderos protagonistas.
Porque todos somos culpables de vendernos por un like, de sentir dulce la agonía de las redes, de matar a los libros. Por eso abrir una librería es un suicidio. Claro que hay cosas por las que siempre merece la pena morir.
De todo esto habla Belén Rubiano en su primer libro, una delicia de este nuevo género que diríamos conforman los libros sobre librerías, sobre libros. En la plaza Padre Jerónimo de Córdoba, en la esquina con la calle Jáuregui hubo un espacio para la conversación, los libros y el café. Uno de tantos rincones que algún día serán solo un capricho de los pocos románticos que queden en el planeta, todavía dispuestos a sacrificar un puñado de árboles por el placer de verlos ahí, amontonados, decenas de libros.
Cierta dosis de humor y una nostalgia contenida acompañan al lector siguiendo los pasos de Belén en Rialto 11. Esta no es solo la librería de las pizarras con citas, aforismos e ingeniosas frases inventadas por la misma dueña, no. Rialto es una promesa, un abrazo, un recuerdo, una advertencia.
Doy las gracias a libros del asteroide y especialmente a Belén Rubiano por haber levantado una hermosa biblioteca que pude imaginar a través de su libro. Ya se sabe que aunque a veces la realidad supere a la ficción, la ficción también nos regala dosis de lejana realidad.