La escena de la gastronomía sevillana tiene desde abril un nuevo competidor en lo que a los restaurantes más bonitos de la ciudad se refiere. Y es que pocos establecimientos pueden igualar las impresionantes instalaciones de Casa Ozama, el nuevo tesoro del centro de Sevilla. Este ambicioso proyecto gastronómico ocupa las cuatro plantas de la antigua villa de la que recibe su nombre, un majestuoso edificio de corte modernista edificado en 1912 y ubicado en la confluencia de la calle Felipe II y la Avenida de la Borbolla.
Espacios únicos
Su fachada, de la que destacan sus amplios ventanales, es un espectáculo en sí misma, pero el interior está lejos de quedarse atrás. Cada uno de sus espacios está dotado de una esencia propia, materializada a través de los elementos de su decoración, todos ellos originales. El terciopelo, las esculturas, los espejos, los azulejos, las lámparas retro y los estampados son solo algunos de los detalles que actúan como una máquina del tiempo que permite a los comensales transportarse a la elegancia de hace un siglo.
Sus barras infinitas para tomar algo en encuentros informales y sus opciones más lujosas hacen de Casa Ozama un viaje de más de 500 metros cuadrados en los que tienen cabida todo tipo de planes. Además, la experiencia continúa también en el jardín, un espacio de alrededor de 800 metros cuadrados en los que perderse es tarea fácil. La vegetación cobra en este un papel protagonista, convirtiéndolo en una especie de oasis urbano.
La oferta gastronómica
La carta de Casa Ozama está vertebrada en torno al sabor de Andalucía, trasladado a cada una de sus tapas. Clásicos de toda la vida, de los que nunca fallan, con un punto de picardía. Esa es la principal apuesta de los dos grupos que llevan la batuta gastronómica del espacio, María Trifulca y Ovejas Negras Company. Destacan también sus arroces y sus platos elaborados a la parrilla, en los que tanto carnes como pescados están explotados en todo su esplendor.