Con los restaurantes sucede lo mismo que con las sagas de cine. Si te gusta la primera parte y la segunda te vuelve a encantar, con la tercera vuelves a alucinar (a no ser que sea la tercera parte de La Momia o Piratas del Caribe). Es el mismo caso de los restaurantes. Si Ovejas Negras y Mamarracha son dos de nuestros restaurantes favoritos de Sevilla y ambos pertenecen al grupo Ovejas Negras Company, suponemos que su nueva creación, Torres y García (C/ Harinas, 2), estará a la altura de sus antecesores, aunque siempre está el miedo a la decepción. Sin embargo, después de cenar en el restaurante disipamos todas nuestras dudas.
La decoración de Torres y García combina un estilo moderno y casual chic con un mobiliario rústico y una iluminación tenue, por lo que el ambiente relajado está más que garantizado. El responsable de esta comodidad es Pablo Baruc, un joven arquitecto sevillano experto en interiorismo y decoración.
Su carta se define como «nueva cocina rústica» y la verdad es que no lo dicen para sonar mejor, ya que disponen de un horno de leña en el que preparan algunos platos como las pizzas o la col asada con espuma de ajo negro y vinagreta de comino y anacardos.
Nuestra recomendación: los platos no son muy grandes, así que si quieres comer bien, pide un par por comensal y comparte, porque además en la carta verás muchas cosas que no son para nada comunes. Nosotros empezamos con un arroz cremoso de verduras con albahaca y queso payoyo, que estaba espectacularmente bueno por el contraste entre la suavidad de las verduras y el sabor intenso del queso.
Con el siguiente entrante también apostamos por la vida sana y probamos la burrata de buffala, acompañada con tomates ecológicos de Almería y pesto casero. Si tú eres de los que rebaña el pesto hasta no dejar ni un rastro verde, esto te encantará.
La camarera nos dijo que una de las cosas que más le gustaba a la gente eran los nems vietnamitas, que vienen a ser un salmonetes de roca fritos en una hoja de lechuga con cilantro y granada. Se sirven con una salsa de sweet chili con frutos rojos, los envuelves, los mojas y directos al estómago. Vamos, como si fuera un burrito, pero un poco más healthy.
Tampoco podíamos renunciar al pulpo a la parrilla con hummus agripicante de ají amarillo e higos y a la picaña con boniato asado y ensalada de cítricos. Ambos estaban de 10 y todavía derramamos una lágrima de emoción cuando recordamos el sabor de la picaña.
Al no ser los platos de un tamaño desorbitado, llegas perfectamente al postre sin necesidad de tener que hacer un hueco a presión en el estómago. Nosotros pedimos la bomba de chocolate (¿Quién no lo pediría con ese nombre?) y un panqueque de dulce de leche, banana estofada y helado de nata. Sí, no tenemos reparo en reconocer que nos pedimos los dos postres más saturados de azúcar de la carta, pero la gula y el ansia nos vencieron y además, no nos salió mal la jugada porque ambos estaban de muerte. Eso sí, volvemos a incidir en lo ya dicho: comparte si de una hinchazón en el estómago no quieres matarte.
En cuanto al precio, digamos que no es un lugar barato, pero ni mucho menos no permisible. Si quieres comer bien con vino y postre, calcula unos 25€.
Después de comer en Torres y García nos declaramos fans de la saga gastrocinematográfica de Ovejas Negras Company y estamos deseando ir a ver las secuelas próximamente en los mejores restaurantes.
Foto de la portada: Ovejas Negras Company