Cerrad los ojos y dejad la mente en blanco. Pensad en Sevilla, ¿cuál es la primera imagen que os viene a la cabeza? La Giralda, la Torre del Oro, gente bailando en la feria, el rebujito, la Alameda… Pero Sevilla es mucho más que eso. Tenemos una ciudad de la que probablemente sólo conozcamos la punta del iceberg. Siempre pasa que cuando vas a una ciudad nueva te empapas de su historia en tiempo record. En cambio, cuando es tu ciudad, piensas que siempre la tienes ahí y la abandonas.
Nos han contado sólo la imagen colorida de Sevilla que han transmitido poetas y pintores, pero, ¿alguien conoce algo la Sevilla en la época de la peste? ¿Sabéis las leyendas negras de nuestra ciudad? Sevilla no es sólo color y alegría. Tuvo su pasado oscuro que llega hasta nuestros días…
Agárrame esos fantasmas quillo: la Facultad de Bellas Artes de la calle Laraña siempre se ha conocido por ser uno de los principales albergues para almas en pena. Los guardias de seguridad y el personal de limpieza, que eran los último en abandonar el edificio, aseguran que hay presencias que los llaman por su nombre. El Casper de la facultad era Santiago, el encargado de mantenimiento que falleció un buen día tras acabar su jornada laboral. Lo curioso es que murió en su casa y al día siguiente, las hiedras del edificio habían sido arrancadas. Por si fuera poco es habitual que las luces se apaguen y enciendan, que se vean sombras y haya pisadas en el techo. Desde luego los trabajadores se merecen una subida de sueldo.
El sastre, su mujer y otras cosas del coser: corría el año 1624 (voz de Carlitos adulto en Cuéntame) cuando un humilde sastre llamado Cosme vivía felizmente con su mujer Manuela en la calle Hernando Colón. La pareja tenía contratada a un joven ayudante que se extralimitaba de sus funciones y tenía la buena costumbre de visitar a menudo la alcoba de Manuela y no para coger hilo precisamente. El asunto se complicó cuando Cosme los pilló en plena faena y ultrajado fue a la Real Audiencia a pedir las cabezas de sus enemigos.
No le bastaba a Cosme con ser cornudo, que encima tuvo que soportar que la pareja nunca consiguiera ser ajusticiada tras miles de intentos. Intentaron ejecutarlos de todas las formas posibles, pero cuando no eran los estudiantes era un fraile el que les salvaba la vida. Finalmente Cosme los perdonó y todo se quedó en una pequeña crisis matrimonial que acabó con el ayudante del sastre en las galeras y Manuela con el apodo de “La Maldegollada”
Mi gran boda mortífera: cuenta la leyenda que una gitana leyó la mano del pintor Bartolomé Esteban Murillo advirtiéndole que el fin de sus días sería en una boda. Murillo que debía creer en magia negra, intentó esquivar su destino y tomó la decisión de no volver a asistir nunca a una boda y así lo hizo. Sin embargo, este no pudo esquivar la muerte por mucho tiempo. Cuando aceptó el encargo de pintar los retablos de la Iglesia de Santa Catalina lo que menos se esperaba es que se caería del andamio dejando una obra inacabada, Los desposorios de Santa Catalina. Así que tal como había vaticinado la gitana murió en una boda pintada por él mismo. En el discurso de su entierro la frase más oída fue “murió haciendo lo que más le gustaba”.
Si queréis saber más historias de ultratumba os recomiendo una ruta de Sevilla paranormal que hice yo con mis amigos y con esta oferta sale genial de precio. Aviso: si sois muy sensibles con los temas fantasmales es preferible que os quedéis en vuestra casa viendo Ocho apellidos vascos.