
Sevilla y París son ciudades que acogen a miles de turistas y además de eso, algunos de sus monumentos comparten otra peculiaridad.
El Puente de Isabel II, más conocido como el Puente de Triana, es Monumento Histórico Nacional desde el año 1976. Se construyó para sustituir al antiguo Puente de Barcas. Es curioso porque mucha gente lo atribuye a Gustave Eiffel, cuando realmente no es una obra suya. También se ha atribuido al arquitecto francés las naves del Mercado del Barranco, pero realmente es un proyecto de la empresa sevillana Portilla, White y Cía.
El puente de Triana es una obra de dos ingenieros franceses, Gustavo Steinacher y Ferdinand Bennetot, que llevaron a cabo entre 1845 y 1852.
Para su construcción tomaron como referencia el puente del Carrousel de París, el cual desaparecería dos años más tarde. Lo presentaron al Cabildo como un proyecto sustituir al antiguo Puente de barcas y fue el diseño elegido.
De esta forma, si un parisino quiere conocer cómo era el aspecto del desaparecido puente, tendría que viajar hasta Sevilla para hacerse una idea de la imagen del puente del Carrousel.
Más allá de esta vinculación arquitectónica, ambas ciudades son embajadoras del bon vivant, lo cual se traduce en que transmiten la alegría por sus calles y saben cómo vender sus principales atractivos.