
El 30 de agosto de 1334 llegó a este mundo un tierno bebé llamado Pedro. Su padre, Alfonso XI de Castilla se dedicó más a su amante Leonor de Guzmán y dejó con todo el «marrón» a María de Portugal, la reina consorte que crió a su hijo en el Alcázar de Sevilla. Años más tarde, el joven crecería, se haría con el reino de Castilla y sería apodado por sus enemigos como Pedro El Cruel, un apodo que no está nada mal elegido si tenemos en cuenta las atrocidades que llegó a cometer en vida.
Siglos posteriores, Isabel La Católica prohibió que a su antepasado se le conociera como El Cruel y Felipe II insistió en calificarlo como «Justo». Sin embargo, la historia no ha sido tan benevolente como estos monarcas y nos da más de una razón que demuestran su crueldad:
1. La promesa del rey
Hay una calle en Sevilla con este nombre y en ella podemos ver el busto del monarca que nos recuerda una leyenda en torno a su figura histórica: todo empezó con un desafío de Pedro al alcalde Domingo Cerón, que aseguraba que no había delito impune en la ciudad. El monarca asesinó a un rival suyo de la familia Guzmán, pero una señora mayor fue testigo del crimen.
Pedro prometió a los sevillanos que pondría la cabeza del asesino en la calle y cuando la anciana lo culpabilizó, él cumplió su promesa. ¿Cómo? Ordenando que pusieran un busto con su rostro, el cual todavía se puede ver en la Casa de Pilatos. Tan ingenioso como astuto.
2. Obsesión enfermiza
María Coronel era hija de un un noble castellano que tuvo que soportar la muerte de su marido por orden de Pedro y el acoso de este. El monarca estaba prendado de su belleza y acudía en su busca a su residencia, el Palacio de los Marqueses de la Algaba, pero ella con tal de no verlo, se escondió en un convento. Pedro dio con ella y la persiguió hasta que ella tomó una drástica solución: tirarse una sartén de aceite hirviendo en la cara, para que así el rey la dejara tranquila. Surtió efecto, ya que Pedro estaba tan arrepentido que le cedió un solar para que construyese el convento de Santa Inés.
3. Las mazmorras del Castillo de Almodóvar
El castillo cordobés de Almodóvar del Río fue una de las múltiples residencias ocasionales de Pedro. En esta fortaleza había unas mazmorras donde estaban los prisioneros del rey y el monarca aprovechaba esta situación para pedirle un tributo a los familiares de los presos. Pero, si la familia dejaba de pagar, Pedro los arrojaba por un agujero que había en la mitad de las mazmorras y no contento con eso, si el preso no moría, tenía que fallecer lentamente entre excrementos, esqueletos y… ¡oro! Porque claro, ¿qué lugar mejor para guardarlo que junto a difuntos olorosos?
4. Un monarca fratricida
Pedro I estaba enfrentado con todos sus hermanastros, pero le concedió el perdón a uno de ellos: Fadrique, hijo ilegítimo de Alfonso XI de Castilla y hermano gemelo de Enrique de Trastámara. Lo invitó a que lo visitara en Sevilla y una vez que puso el pie allí, lo asesinó en el patio del Real Alcázar.
Años más tarde, Enrique se tomaría la justicia por su mano asesinando a Pedro.
Actualmente, Pedro I reposa en la cripta de la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, donde permanece con su hijo Juan de Castilla.