En los últimos años se han presenciado asesinatos a sangre fría en Sevilla.
Los autores del crimen, cuchillo y demás utensilios afilados en mano, han acabado con unas víctimas de edad avanzada, argumentando que hay que dar paso a lo nuevo. Sevillanos, un minuto de silencio por el alma de la patata brava y el pescaíto frito. Allá donde estén, queremos que sepan que nuestro estómago siempre las recordarán. A continuación, procedemos a la identificación de los verdugos que han condenado la croqueta y la pringá cambiando la forma de tapear en Sevilla:
1. La Duquesita: un restaurante sobresaliente en todo. Los camareros son majísimos y hay tantas cosas en la carta que te agobias pensando que no vas a poder abarcarlo todo. La tapa estrella es el champiñón relleno, que viene a ser como su nombre indica un champiñón relleno de queso philadelphia, acompañado de una ración de ensalada con una salsa misteriosa deliciosa. Os recomendamos también el Flamencón Duque y el magret de pato con reducción de frutos rojos y crema de castaña. Por favor, no salgáis del local sin probar la tarta de queso – se sale de este mundo.
C/ Correduría, 35
2. Eslava: el local es muy pequeño, pero siempre se forman colas. Es uno de los bares imprescindibles para cualquier sevillano que disfrute del buen comer. Su buque insignia es la tapa de huevo sobre bizcocho de boletus con trufa y salsa de boletus (ha ganado muchos premios). Aviso, no es un restaurante barato, pero merece la pena ir a degustar sus tapas estrella. Si os gustan los helados extravagantes hay uno de sabor a queso viejo con membrillo que es de lo mejor que he probado en mi vida.
C/ Eslava, 3
3. Duo Tapas: el lugar perfecto para hacer cenas de grupos. Hay tapas clásicas y otras más atípicas como unos mini rollitos de primavera. Si no sois de los que pone cara de asco cuando le ponen una hamburguesa poco hecha os encantará la mejor tapa del local – el tartar de atún. Lo mejor del lugar es la presentación de la comida, digna de nivel Masterchef y la simpatía natural de los camareros.
C/ Calatrava, 10
4. Catalina: me sorprendió porque no es el típico restaurante que recomiendan y la verdad que no lo entiendo. Tiene una terraza en la que por la noche se está genial a la fresquita y las tapas no son caras para la calidad que tienen. Una amiga y yo somos fans del saquito de queso de cabra con nueces y cebolla caramelizada con coullis de frutos rojos. La tarta de calabacín con queso de cabra tampoco está para hacerle ascos precisamente.
Paseo de Catalina Ribera, 4
5. Perro Viejo: es de los típicos lugares modernetes (por eso de que las sillas son troncos) que está teniendo éxito ahora. No es barato, pero merece muchísimo la pena porque está todo increíblemente rico – aunque no entendamos el 90% de los ingredientes de la carta. Quedas muy bien cuando dices “un ceviche de salmón con leche de tigre de albahaca y aguacate, por favor”, como si todos los días desayunases leche de tigre, vamos. Por mi parte os recomiendo el pollo yakitori con trigo bulgur y salsa de aji.
C/ Arguijo, 3
6. Bar Antojo: si vas con alguien que te invita perfecto. En caso contrario, es algo caro, aunque también es verdad que sus originales tapas lo valen. Basta con ver el trampantojo de brownie, que realmente es carbón de bacalao – tranquilos no está quemado. También muy recomendable el huevo con cáscara.
C/ Calatrava, 44
7. La Brunilda: sin duda está en el top 5 de lugares para tapear. Las tapas son muy elaboradas y generosas. Todo el mundo que va repite. El problema es que suele haber colas porque no se puede reservar, pero si vais con tiempo no tendréis problema. Las croquetas de queso gorgonzola y el pulpo a la brasa están tremendos, pero por lo que muero de gula es por su foie con peras al vino tinto.
C/ Galera, 5