Siempre se habla de la cara más alegre de Sevilla, pero la capital hispalense tiene más de un oscuro rincón.
En los últimos años, el templo de San Luis de los Franceses ha sufrido rehabilitaciones y ha sido testigo de unos fenómenos paranormales similares a los que se han vivido en la Facultad de Bellas Artes o el Hospital de las Cinco Llagas.
Esta joya barroca se levantó entre el año 1699 y 1732 y contiene tales obras de arte que no es de extrañar que alguno de sus visitantes sufra el síndrome de Stendhal y, por lo tanto, se rindiese ante la majestuosidad de Dios. Así es, el monumento impacta a todo aquel que lo visita, ya que nadie se espera la gran belleza contenida entre sus muros.
Sin embargo, la obra arquitectónica de Leonardo de Figueroa no es protagonista en esta ocasión por sus frescos de Lucas Valdés, sino por su negra historia avalada por obreros, personal de seguridad del templo o incluso artistas que han ensayado en las dependencias del Centro Andaluz de Teatro.
Una de estas oscuras historias es la de Manuel Cantelar, un vecino que en los 90 se arrojó sobre la fachada del edificio portando un cuchillo en sus manos que apoyó contra su pecho, o la de un tiroteo a las puertas del templo que se saldó con la muerte de un súbdito francés.
Por otra parte, los trabajadores de las obras afirman que han oído ruidos, han sentido presencias extrañas o incluso han visto cómo sus herramientas aparecían en lugares insospechados. También se dice que los perros adoptaban una actitud defensiva mirando a un punto en el que no había nada.
No sabemos cuánto hay de cierto en estos testimonios, pero lo que es un hecho es que en la cripta del templo se encontraron más de 300 cadáveres.
Cuentan los vecinos de la calle San Luis que estas historias se escuchaban desde hace más de medio siglo y que los niños salían por la zona a «cazar» brujas, ya que las habladurías sobre fantasmas estaban a la orden del día y a juzgar por lo que hoy escuchamos, nunca cesarán.